Palabra de Vida de la 4º semana de noviembre de 2023

Hemos llegado al final del Año litúrgico. La solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, corona un recorrido anual que nos ha permitido acompañar a Cristo en los misterios de su vida. Al llegar a este Domingo, la Liturgia nos muestra el rostro de Cristo Juez y nos invita a proclamar con las palabras del Credo: desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. En la cruz se desvela el auténtico sentido del título Rey, presente también entre los nombres que Jesús recibe. El ángel en la Anunciación habla de Jesús como rey. Jesús mismo se presenta como Rey en la parábola del juicio final, ante Poncio Pilato y tras la resurrección, declarando haber recibido todo poder sobre el cielo y sobre la tierra. La soberanía de Jesucristo contiene una triple potestad: i) en lo espiritual, ya que su reino es espiritual y se refiere a las cosas espirituales; ii) en lo temporal, pues bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano; y, iii) en los individuos y en la sociedad, porque fuera de Cristo no hay salvación.

Las lecturas de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey descubren el estilo y el alcance del reinado de Cristo, dejándonos una actitud que debemos cultivar como orientación última de nuestros trabajos. Si confesamos que todas las cosas, por voluntad del Padre, se fundan en Jesucristo, la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado, debe dar gloria a Dios trabajando en su servicio. Para que en el trabajo y en el descanso, en lo que hacemos y en nuestra forma de padecer, demos siempre gloria a Dios, es necesario proclamar con los labios y con el corazón que llegue el reinado de Cristo. Aprender cómo es Rey Jesucristo nos permitirá servirle y glorificarle. Para ello, la Palabra de Dios nos indica el camino a seguir.

En el evangelio, Jesús anuncia su venida como juez al final de los tiempos y desvela el motivo del juicio: cómo le tratamos a Él en el pobre y en el necesitado. Revelación sorprendente: Cristo Rey se identifica con los que sufren y nos anuncia que lo que decidirá nuestro destino último es nuestro comportamiento con ellos. El reinado de Cristo es gobierno de caridad, ejercicio de misericordia y práctica de amor. Para ser ciudadano del reino del Señor se requiere una sola cosa: amar a Dios y al prójimo, es decir, compartir con los demás el abrazo de misericordia que recibimos del Señor. En este reino los grandes e importantes son los niños y los que se hacen pequeños como ellos; la carta magna es el evangelio; y la moneda la caridad. ¡Dichosos los ciudadanos del reino de Cristo, que, viviendo en este mundo sin pertenecer a él, proclaman con su vida y con su muerte “Viva Cristo Rey”!

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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