La novedad de ser católico

Artículo semanal del Obispo de Asidonia-Jerez, D. Juan del Río Martín. El encuentro con Jesucristo produce una criatura nueva (cf. 2Cor 5,17). Los Magos de Oriente, a raíz de la adoración, fueron arrebatados a la idolatría para entrar en el Reino del Niño Dios,  haciéndoles volver “por otro camino” (Mt 2,12). Después de esta primera epifanía, tiene lugar la segunda epifanía con la apertura del cielo mismo, en las aguas de Jordán, mostrándonos a Jesús como “el Hijo, el amado, el predilecto” (Mt 3,17).

El bautismo es el rito de paso, un gesto profético, que marca el final de una época y el comienzo de otra: es una muerte y una resurrección. Esa ceremonia fue escogida por Jesús  para significar que el Bautista cierra los viejos cultos de purificación de Israel, y que han llegado los nuevos tiempos donde, solamente en Cristo, la humanidad encuentra la remisión de sus pecados. Así, el bautismo con agua de Juan recibe su pleno significado del bautismo de la vida y la muerte de Jesús. Las aguas bautismales nos hacen “hombres nuevos” y miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La identidad cristiana se manifiesta en hacer lo que el Señor hizo: “que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38).

 Desde el inicio del hecho cristiano, ser verdadero discípulo de Jesús de Nazaret implica la profesión, celebración y comunicación de una fe, la pertenecía a la comunidad eclesial y la comunión con aquellos que el Señor ha puesto al frente de su pueblo que son los pastores. Pero el cristianismo es bastante más que una estructura jerárquica, que un mero hecho cultural, que una filosofía de vida o que un conjunto de normas morales. Es, ante todo, la belleza de una vida en Cristo que transforma todo, que da sentido a nuestra existencia y certeza de la felicidad eterna. De esta manera, lo han vivido los grandes testigos de la fe de todos los tiempos.

   Así también, lo entendieron los grandes conversos del siglo pasado que a pesar de la mitificación de la ciencia y del progreso, tuvieron la valentía de aceptar con humildad el Evangelio y entrar en la comunión católica: León Bloy, Jacques Maritain, Paul Claudel, G.K. Chesterton….Del mismo modo en nuestros días, cuando algunos creen que la Iglesia tiene los días contados,  también se producen conversiones llamativas, como la de Alessandra Borghese, Tony Blair o la misma exsenadora socialista Mercedes Aroz. Ellos, como tantos otros, son reflejos de la luz esplendorosa que guió a los Magos,  y se mostró en el Bautismo de Jesús. Esa hermosa novedad sigue iluminando los corazones de millones de hombres y mujeres que viven gozosamente su fe en el seno  de la Iglesia Católica; que es el  mayor espacio de libertad y esperanza para los pueblos y las culturas.

La historia del cristianismo muestra los constantes  esfuerzos de los “adversarios de la cruz” para disolver la fe, la comunidad, el ministerio que forman el “trípode fundacional”, que representa  la túnica inconsútil del Señor (cf. Jn 19,23). En los momentos presentes, los enemigos del  catolicismo quieren adaptar los contenidos de la fe a los esquemas del poder constituido, separar la cabeza del cuerpo, “Cristo sí, Iglesia no”, y dividir a los pastores para que se dispersen las ovejas. Pero ante estas y otras dificultades, solamente debemos confiar en Jesucristo que nos dijo: “yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20). La garantía de esa presencia salvadora, está dada en la disposición del Maestro: “Tú eres Pedro, y sobre está piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la hará perecer” (Mt 16,18). Quienes están con Pedro y los sucesores de los apóstoles, edifican la Iglesia, salvan su fe, y son “sal y luz” para el mundo.

+Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez

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