No hay conversión sin cambio de mentalidad. Seguir a Jesús en fidelidad comporta desterrar los modos mundanos de pensar y acomodar la vida cada vez más a Él. Pensamientos, decisiones y afectos sanados por el perdón y la misericordia divina, para atisbar la verdad, bondad y belleza en la comunión que Cristo nos regala. Quien se deja hacer por el Señor, descubre su inteligencia ensanchada, su voluntad ordenada, sus sentimientos colmados. Esta es la tarea admirable y paciente que Jesús realiza con los que le siguen, tal como relatan los evangelios y podemos experimentar en el trato que Él mismo nos regala mientras recorremos el camino de la vida.
Así, cuando estamos en los albores de un nuevo curso pastoral, después de haber puesto la Diócesis bajo el signo de la cruz redentora de Cristo y habernos confiado a la protección amorosa de María Santísima, acogemos la Palabra viva que se nos regala en la eucaristía dominical y descubrimos enseñanzas fundamentales que debemos poner en práctica para vivir este nuevo curso con provecho.
Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección. Los discípulos no entienden y no preguntan por miedo, pero no abandonan a Jesús y siguen con Él haciendo camino. Entonces Jesucristo toma la iniciativa y pregunta a los que le siguen para que descubran lo que llevan en el corazón. Infinita paciencia del Señor que hace escuela del camino y ofrece enseñanzas de vida eterna con sus preguntas. Jesús habla de muerte ignominiosa y resurrección, y los discípulos se entretienen litigando entre sí para saber quién es el primero. Tozuda y torpe es la condición humana cuando, incluso estando cerca del mismo Cristo, se ocupa en aspiraciones orgullosas y egoístas. Toque fuerte de atención para los que nos decimos cercanos del Señor: si nos empeñamos en seguir manteniendo nuestras reivindicaciones soberbias, si buscamos el aplauso del mundo, si nuestra preocupación está puesta únicamente en querer estar por encima de los demás, entonces cosechamos el fruto amargo del engreimiento que nos aísla de todos y de todo, dejando al descubierto nuestra sola miseria. La lección de Cristo es luminosa: quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. En la lógica evangélica, el más importante es el que se sabe último y servidor. Por eso, Jesús corrige nuestra forma equivocada de pensar y actuar, poniendo ante nuestra mirada la autoridad invencible de los más pequeños: el que acoge a un niño como este en mi nombre -dice Jesús-, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
Al inicio de cada nuevo curso, la misericordia infinita de Dios nos sorprende con un regalo siempre renovado: completando las celebraciones patronales en honor de Nuestra Madre María Santísima, la ciudad de Jerez se postra ante su magna patrona: Nuestra Señora de la Merced. A Ella confiamos los frutos de un curso que, con toda la Iglesia, será jubilar, y le pedimos que nos conceda un corazón sencillo y humilde como el suyo, para desterrar todo aquello que nos aleja de su Hijo y aprender la lógica evangélica que nos lleve a vivir como últimos y servidores de todos.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez