Familia: paz y vida

Artículo semanal de D. Juan del Río, Obispo de Asidonia – Jerez. La familia, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer es el primer lugar de humanización en cuanto es  “cuna” de  vida,   amor y  paz.  En ella se experimenta el valor sagrado de la vida al nacer los nuevos miembros y al fallecer los seres queridos. En ella se descubre la hondura y el horizonte infinito del amor que se muestra de muchas maneras, sobre todo en la ayuda mutua y en la disponibilidad de atender a los miembros más débiles y enfermos. En ella, se aprende algunos de los elementos esenciales del lenguaje de la paz: la justicia, la fraternidad entre los hermanos y hermanas y la función de la autoridad manifestada por los padres. Por eso dice Benedicto XVI: “cuando la sociedad y la política no se esfuerzan en ayudar a la familia en estos campos, se privan de un recurso esencial para el servicio de la paz…Por tanto, quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal “agencia” de paz”.
Sin embargo, en la actualidad el matrimonio y la familia sufre un fuerte deterioro como consecuencia del crecimiento del secularismo y de la mentalidad liberal-individualista, que tiende a convertirse en “pensamiento único”, originando una cultura de muerte. Algunos de sus principales ataques son:
La marginación del matrimonio y de la familia como si fuese una tarea privada, que se expresa con el llamado “divorcio expres” en el que no hay responsabilidad de la pareja ni ante sus hijos ni ante la sociedad. Así mismo, el incremento de la propuesta de una sexualidad deshumanizada, sacada del marco de la donación y el amor. Además, están las dificultades que las familias encuentran en el orden educativo y en el de la formación de la conciencia de sus hijos. Por último, se constata el ataque directo al corazón de la familia, expresado por el aborto o el desprecio a los seres humanos en sus primeras etapas de su desarrollo.
Todo este ambiente cultural tiene como resultados la preocupante fragilidad de la institución familiar y la obtención de un sujeto humano débil: que se deja manipular, con poca sustancia para asumir sus propias responsabilidades, e incapaz de vivir el  matrimonio como plena ofrenda recíproca de amor verdadero.
Ahora bien, siendo verdad que la familia es una institución vulnerable, no es menos cierto que en ella se juega el destino de las naciones, es por lo que la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que: “la familia es el núcleo natural y principal de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado” (art. 16/3). Igualmente, en las actuales circunstancias, la voz profética de la Iglesia en defensa de la verdad integral de la familia no puede faltar, aun cuando resulte incómoda para aquellos que desean un cambio de sociedad según el modelo del fundamentalismo relativista y la ideología materialista imperante. El  anuncio del Evangelio, la fidelidad a Cristo y a su Iglesia pasa hoy por la protección de la familia natural. Por tanto, no debemos tener miedo de abogar por la familia, que es defender la paz, la vida y el amor.
+Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez

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