Cuando llegamos, de manos de la Iglesia, a la celebración del vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario, somos invitados a celebrar la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Por un lado, la Palabra de Dios que se proclama viva en la liturgia, nos enseña a reconocer quiénes son los que caminan con Jesús. Por otro lado, en el Mensaje que el Papa ha dirigido para esta Jornada, se nos recuerda que es Dios quien camina con su pueblo. Así, una vez más, la comunión con Cristo en su Palabra nos abre los ojos para reaccionar con sus mismos sentimientos ante el fenómeno de las migraciones.
En el evangelio del Domingo que abre la semana se nos presenta un pasaje rico en enseñanzas. Los apóstoles se quejan a Jesús de unos que actúan en su Nombre y, sin embargo, no están con ellos. La respuesta de Jesús es palabra de vida: el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Ante la reacción egoísta que nos lleva tantas veces a cerrar los límites del grupo de los seguidores de Cristo, el Señor nos corrige dándonos un criterio sencillo de pertenencia eclesial: quien no está contra Jesús y su Iglesia, es decir, contra nosotros, camina a nuestro favor. El círculo de los seguidores de Cristo es infinitamente más grande que los límites de mi propio grupo eclesial. Lección fundamental para ensanchar el corazón y adquirir un sentido eclesial verdaderamente católico: no nos empeñemos tercamente en que todos en la Iglesia tengan que ser de mi grupo, de mi comunidad, de mi movimiento o de mi parroquia; la riqueza y grandeza de la Iglesia es siempre mayor que la corta extensión abarcada con mi mirada.
En el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa nos propone el lema “Dios camina con su pueblo” para recordarnos que todos nosotros, Pueblo de Dios, somos migrantes en esta tierra, en camino hacia la verdadera patria, el Reino de los cielos. Las personas migrantes nos recuerdan nuestra condición de peregrinos a la vez que ponen a nuestra conciencia la urgencia de salir al encuentro de Cristo en las personas vulnerables. No se cansa el Papa de recordarnos las cuatro tareas que debemos cumplir en relación con los migrantes: acoger, proteger, ayudar a crecer e integrar. Cuando reconocemos que Dios camina con su pueblo, aprendemos a superar los miedos y desconfianzas, y empezamos a caminar juntos. Benditos nosotros si cumplimos entonces lo que Jesucristo nos dice: el que os de a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa.
Escuchemos la palabra del Papa que nos recuerda que «el encuentro con el migrante, como con cada hermano y hermana necesitados, es también un encuentro con Cristo … y unámonos en oración por todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra en busca de condiciones de vida dignas. Sintámonos en camino junto con ellos… y encomendémoslos a todos a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consuelo en el camino del Pueblo fiel de Dios».
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez