Carta a un joven inquieto

Artículo semanal del Obispo de Asidonia – Jerez, D. Juan del Río Martín. Querido Filemón:

Permíteme que oculte tu verdadera identidad y te ponga el nombre de un cristiano de Colosas, que fue destinatario de una preciosa carta de San Pablo en la que solicitaba dejase libre al esclavo Onésimo. Es la primera acta de abolición de la esclavitud como consecuencia del Mensaje de Jesús de Nazaret.

Antes de nada, deseo recordarte que las dudas, vacilaciones y miedos no son buenos consejeros para la maduración personal de la vocación cristiana y sacerdotal. Estamos en tiempos recios que requieren claridad de mente, corazón seducido y valentía en las acciones. Los grandes cambios no vienen por las  ideologías que prometen paraísos artificiales, ni por el poder de unos pocos, sino por la coherencia y la constancia de los testigos humildes que no se venden al mejor postor, sino que saben dar su vida por los demás.

Has conocido muy bien lo que da el mundo. Has vivido a tope tus años primeros de juventud. Atrás quedaron las enseñanzas religiosas de tus padres y tu paso por la catequesis parroquial. Quisiste saborear la noche,  sentir la fugacidad del placer, adentrarte en el enigma del amor humano, has experimentado cómo el vértigo de la pasión ciega la mente, supiste del stress que produce el triunfo a toda costa y cuántos amigos se tienen cuando hay dinero. Todo esto te ha dado mundología y no la felicidad, tantas veces arañada y tantas veces deseada. Eres, como tantos otros, un digno producto de las nuevas esclavitudes de esta cultura materialista que vive de espalda a Dios.

Ahora, llamas a mi puerta, quizás sintiendo el suave impulso de la semilla de la fe que sembraron tus mayores cuando eras niño. Pides y buscas una alternativa a tu modo de vivir. Pues bien, el camino que te voy a mostrar no es “políticamente correcto” y tendrás que remar contra corriente. En esta vida, todo lo que es bueno, verdadero y bello exige sacrificio y renuncia ¿Estás dispuesto? Entonces, abandona los miedos y abre tu corazón a Cristo.

Para empezar, no está mal que reconozcas el camino andado y la posibilidad de un futuro distinto. Has de saber que aquello que es imposible para los hombres es posible para Dios. Para salir de las esclavitudes del alma, tenemos que escuchar y dejarnos seducir por la voz de Aquel que antes que tú hables ya sabe lo que necesitas. “Si hoy escuchas su voz”, has de responder con la prontitud del joven Samuel (cf. 1Sam 3,10) y la sinceridad y libertad de María (cf. Lc 1,36-38). La primera consecuencia es la conversión del corazón para que puedas amar a Dios y al prójimo como a ti mismo, en esto se sintetiza todo el cristianismo. Luego te alimentaras del pan de la Palabra y de la Eucaristía para que te fortalezca en el combate de esta vida y alcances la felicidad eterna. Pero además, si quieres dar “el do de pecho” con la entrega total de tu vida y ambicionas ser perfecto “vende todo lo que tienes, y repártelo entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme” (Lc 18,22). Es decir: puedes elegir el camino del discipulado de Jesús, haciéndote sacerdote para que nunca falten en la Iglesia y en el mundo hombres que prediquen el Evangelio, administren los sacramentos y presidan en la caridad nuestras parroquias. De esta manera, “perdiendo la vida por Cristo”,  la gozarás en plenitud, porque como dice Benedicto XVI: “El no te quita nada y te lo da todo”.

Como el viejo Pablo, tengo la certeza de que Dios te haya liberado de tus antiguas ataduras. Confió en tu docilidad para aceptar la “voz” de Dios que te marcará el mejor camino. En conclusión, querido Filemón, lo más original y hermoso que te puede suceder es: que te enamores de Jesucristo y de su Iglesia, que te dones sin reservas a Él y que arda tu corazón en celo apostólico por la salvación de las almas.

¡Salud y Paz para todos aquellos, que como tú, “escucharon la voz del Señor”!

+ D. Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez

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