El día 12 de marzo el pueblo español decidirá en las urnas el estilo de gobierno que ha de regir los destinos de España en los próximos cuatro años. Los hombres y mujeres de Andalucía ejerceremos también el derecho al voto manifestando nuestra voluntar política para la siguiente legislatura.
No cabe duda que las elecciones democráticas suponen un avance en el camino hacia las libertades legítimas y constituyen un signo de participación del pueblo en la ordenación de la sociedad y del bien común. Por eso, ante las próximas elecciones generales y autonómicas, debemos alegrarnos por la estabilidad de nuestro sistema democrático. Al mismo tiempo es deber nuestro contribuir al recto ejercicio de la responsabilidad social procurando que las motivaciones y los objetivos del voto nazcan de la rectitud de intención y tiendan a la consecución del bien de los ciudadanos.
Es muy importante, pues, revisar los propios criterios electorales mediante el conocimiento posible de los diversos programas políticos para apoyar a quienes garanticen el servicio al pueblo desde un limpio ejercicio de la acción política. A la elección política le corresponde el recto ejercicio de la justicia en los diferentes campos de la vida social, la defensa de la auténtica libertad de las personas y de los grupos, la más equitativa promoción del bienestar social, la construcción y defensa de la paz verdadera, la adecuada atención a todos los ciudadanos, especialmente a los incluidos en las nuevas bolsas de pobreza y marginación, y a los inmigrantes que escapan de la miseria o de la inseguridad personal y buscan entre nosotros los recursos necesarios para vivir con dignidad.
No se alcanza el progreso mientras se permitan injustas diferencias sociales en el acceso a los recursos necesarios, mientras persistan discriminaciones arbitrarias por cualquier causa, y cuando se pretenden o consientan actuaciones discordantes con los valores fundamentales, o comportamientos que conculcan los derechos inalienables de las personas y de la sociedad. Por ello, ante la posibilidad de contribuir con nuestro voto a la configuración de un estilo concreto de gobierno, debemos conceder nuestra confianza a quienes prometan, con mayores garantías, el pleno respeto a la dignidad de toda persona desde su concepción hasta su muerte natural; el respecto a la verdad del matrimonio y de la familia; el acceso de todos al trabajo y a la merecida participación de los bienes que de él se derivan, la promoción de la libre iniciativa social necesaria en los sistemas democráticos; la salvaguarda de la plena libertad educativa; el rigor en el cumplimiento de las exigencia éticas que deben regir los medios de comunicación social; la debida prudencia en las manifestaciones públicas que pueden herir la sensibilidad de las personas e influir negativamente en la educación de la generaciones más jóvenes; y el decoro en el tratamiento de cuanto se relaciona con la vida, con la fe y con las instituciones fundamentales de los ciudadanos.
Puesto que todos somos responsables de la constante renovación y del crecimiento de nuestro pueblo, invitamos a cuidar el ejercicio del voto evitando la abstención, la obediencia a campañas demagógicas, la comodidad del voto rutinario, y el posible egoísmo de buscar el apoyo a los propios intereses personales, de grupo o de partido por encima del bien común.
A quienes manifiestan su vocación e interés por la dedicación al difícil y digno arte de la política, les agradecemos la disponibilidad al servicio de la recta ordenación de la convivencia, del verdadero progreso y del legítimo prestigio de nuestro Pueblo en el concierto de las naciones y en la ayuda a los pueblos más necesitados. Al mismo tiempo les rogamos que extremen los cuidados en los discursos y en las expresiones habladas y escritas, para que la verdad y el respeto mutuo, la búsqueda del bien común y la ecuanimidad presidan las intervenciones durante la campaña electoral, así como las manifestaciones posteriores en el ejercicio del gobierno y de la oposición.
Para todos pedimos al Señor luz, capacidad de servicio al bien común, voluntad de compromiso coherente, y confianza en la capacidad de los hombres para conocer la verdad y adherirse libremente a ella.
22 de febrero de 2000