Al reflexionar sobre la realidad sociocultural y eclesial de nuestra región, queremos ofrecer a nuestras comunidades algunas orientaciones y directrices pastorales concretas sobre la pastoral catequética. Deseamos promover, con el concurso de todos, una acción evangelizadora que responda a las necesidades de los hombres de nuestro tiempo, en sintonía con los objetivos pastorales de la Conferencia Episcopal Española, indicados en su programa Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras.
La catequesis, que alcanza a tantas personas y en la que están comprometidos tantos cristianos, es un camino por el cual el anuncio de Jesucristo sigue llegando hoy a muchos bautizados en nuestras diócesis. De aquí la importancia de cuidar, cada día más, el espíritu, el contenido y los objetivos de este servicio eclesial.
I. NUESTRA CATEQUESIS DEBE SER ABIERTAMENTE EVANGELIZADORA Y ESTAR IMPREGNADA DE TALANTE MISIONERO
Nuestro pueblo es, sin duda, profundamente religioso. Sus experiencias existencias más hondas están relacionadas y se expresan comúnmente a través del culto cristiano. Este hecho, sin embargo, no puede llevarnos a creer que tales expresiones, tan fuertemente arraigadas en nuestra cultura, sean signos, sin más , de una fe cristiana. La carencia de una formación básica y la práctica increencia de muchos bautizados nos llevan a considerar estas prácticas, más bien, como oportunidades o puntos de partida que se nos ofrecen para un verdadero anuncio de Jesucristo.
Es verdad que el reto de la nueva evangelización ante el que nos encontramos nos empieza a diseñar una acción pastoral en la que, de forma expresa, tenga un lugar preeminente el anuncio del Evangelio a los alejados. Pero también es cierto que son muchos los bautizados que solicitan de la Iglesia la recepción de sacramentos. En muchas de nuestras diócesis está establecido que a estas celebraciones precedan unas catequesis preparatorias. ¿No pueden ser estos encuentros de catequesis ocasiones insustituibles para anunciar a Jesucristo de forma explícita a cuantos participan en ellos? S. S. Juan Pablo II nos recuerda en la exhortación apostólica Catechesis tradendae que «la catequesis debe, a menudo, preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo» (CT n. 19).
Si nuestra catequesis se hace misionera, es decir, da preferencia al anuncio explícito de Jesucristo, podemos prestar un gran servicio a la reevangelización de nuestro pueblo, llamándolo a una conversión sincera al Señor y educando actitudes de fe conscientes y coherentes que lleven a superar tanto el entumecimiento por las cosas espirituales como el contraste entre la rica tradición cultural y cristiana… y los acuciantes problemas sociales aún pendientes .
Ya que, hoy por hoy, el principal esfuerzo catequético se hace en nuestras diócesis con niños y adolescentes (catequesis para la primer a eucaristía y para la confirmación) será necesario dar también a estas catequesis el carácter misionero del que hablamos. La elaboración de materiales específicos para ella, que confiamos a nuestros secretariados diocesanos de catequesis, en conformidad con las normas al respecto de la Conferencia Episcopal Española , y su uso por nuestros catequistas, podrán ir asegurando un servicio de calidad a la evangelización y catequización de nuestros bautizados en momentos como los que vivimos, que suponen un especial reto para la fe.
II. NUESTRA CATEQUESIS DEBE SER CONSIDERADA COMO UN PROCESO DE INSPIRACIÓN CATECUMENAL, Y ATENDE RPRIORITARIAMENTE A LOS ADULTOS
Al hablar de la inspiración catecumenal de nuestra catequesis nos referimos a que debe ser un proceso de iniciación cristiana integral . Y entendemos por tal lo que expresa el Concilio Vaticano II en el decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde se abordan los temas del anuncio del Evangelio, de la iniciación cristiana y de la formación de la comunidad cristiana, es decir, las tres grandes etapas del proceso evangelizador:
«El catecumenado no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado, convenientemente prolongado, de la vida cristiana, en la que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro.
Iníciense, pues, los catecúmenos, convenientemente:
– en el misterio de la salvación;
– en el ejercicio de las costumbres evangélicas;
– en los ritos sagrados, que han de celebrarse en los tiempos sucesivos;
Y sean introducidos en la vida de fe, de la liturgia y de caridad del Pueblo de Dios (AG 14)» .
Nos preocupa también seriamente la prioridad que se debe dar a los adultos en la acción catequética. Ellos son, en palabras de Juan Pablo II, «capaces de una adhesión plenamente responsable… las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada» (CT n. 20 y 43).
En una cultura como la nuestra, en la que todo principio de conducta o esquema de valores queda relativizado, sólo la coherencia testimonial de los cristianos puede ofrecer con credibilidad el Evangelio de Jesucristo y la salvación que Él nos ha traído. Pero esta coherencia normalmente es propia de personas adultas, maduras humanamente y en su fe. Son los cristianos que han llegado a esta madurez de fe, a través de procesos de inspiración catecumenal, los que serán capaces de transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad .
Manteniendo estas prioridades, afirmamos igualmente que la catequesis con niños y adolescentes tiene como objetivo la iniciación cristiana integral, dentro de cuyo proceso se inscribe la celebración de los sacramentos . La referencia necesaria e inmediata a esta catequesis es la comunidad cristiana adulta, de la que estos nuevos cristianos están llamados a formar parte. Cualquier otro planteamiento de la catequesis infantil sería parcial, reductivo y, por lo mismo, no tendría garantía de continuidad.
III. PARA ESTA CATEQUESIS, PROPIA DE UNA NUEVA SITUACIÓN, ES NECESARIO UN NUEVO TIPO DE CATEQUISTAS
Hablar de nuevos catequistas significa dos cosas: la incorporación de nuevas personas a la tarea catequética, después de un proceso conveniente de discernimiento y preparación, y la renovación del talante y puesta al día de quienes, estando ya en ejercicio, carecen de adaptación a los nuevos tiempos.
Una vez más, agradecemos la tarea realizada y el servicio que tantos miles de catequistas han prestado y siguen prestando en nuestras diócesis a la educación de la fe en los últimos años. Porque confiamos en su amor a la Iglesia y a la catequesis, les pedimos un esfuerzo profundo de renovación.
La formación y la atención pastoral de los catequistas debe figurar entre las prioridades de nuestros programas diocesanos. Todo esfuerzo que se haga en este sentido tendrá un efecto multiplicador en beneficio de la catequesis y de los catequizandos.
Para este trabajo, el punto de referencia obligado son las Orientaciones pastorales el catequista y su formación, publicadas por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis en septiembre de 1985. Allí aparecen definidos tanto los rasgos de identidad del catequista que hoy quiere la Iglesia y que tendremos que cultivar con tesón como los aspectos programáticos de su formación, que deberán ir construyendo su personalidad humana, creyente y catequizadora en el seno de la comunidad eclesial.
Junto a la renovación de los catequistas, y como su principal punto de apoyo, llamamos la atención sobre la urgente renovación catequética de los sacerdotes y la sólida formación en catequesis que debe ofrecerse a los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. En este campo, como en homilética o en pastoral general, no basta tener buena voluntad: son necesarias una preparación básica y una actualización permanente. La tarea de reevangelizar, en diálogo con la cultura de la increencia y de la relativización de los valores, exige, ciertamente, una puesta al día que ni podemos ni debemos ahorrarnos.
Al invitaros a seguir, en vuestro servicio a la misión de la Iglesia, estas líneas de acción que os ofrecemos, renovamos nuestra confianza en el Señor. Sólo unidos estrechamente a Él, en una sólida espiritualidad, podremos responder adecuadamente a la gran tarea que tenemos delante.
Ponemos, con esperanza, en vuestras manos los nuevos Catecismos de la Comunidad Cristiana establecidos para la Iglesia en España.
Vamos a avanzar en la dirección señalada, acompañados por la Virgen María, la catequista de Jesús, e impulsados por la fuerza poderosa del Espíritu.
Córdoba, 18 de octubre de 1988. Fiesta de San Lucas Evangelista.
JOSÉ MÉNDEZ ASENSIO, Arzobispo de Granada y A. A. de Almería. CARLOS AMIGO VALLEJO, Arzobispo de Sevilla. FERNANDO SEBASTIÁN AGUILAR, Arzobispo Coadjutor de Granada. RAFAEL GONZÁLEZ MORALEJO, Obispo de Huelva. JOSÉ ANTONIO INFANTES FLORIDO, Obispo de Córdoba. ANTONIO MONTERO MORENO, Obispo de Badajoz. ANTONIO DORADO SOTO, Obispo de Cádiz–Ceuta. JAVIER AZAGRA LABIANO, Obispo de Cartagena. RAMÓN BUXARRÁIS VENTURA, Obispo de Málaga. RAFAEL BELLIDO CARO, Obispo de Jerez. IGNACIO NOGUER CARMONA, Obispo de Guadix–Baza. SANTIAGO GARCÍA ARACIL, Obispo de Jaén.