Lecturas: Gen 3, 9-15. Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer. Sal 129. R. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. 2 Cor 4, 13- 5, 1. Creemos y por eso hablamos. Mc 3, 20-35. Satanás está perdido.
Dios tiene un plan. Un proyecto de amor que encauce el peregrinar atolondrado y doloroso de los seres humanos. Satanás también tiene un proyecto. Arruinar la vida de los hombres. Sembrar dudas sobre las intenciones del Creador. Arrojar sospechas sobre su enviado, su Hijo Único, Nuestro Señor Jesucristo. Dicen incluso que su mejor truco fue convencer al mundo que no existía (puede que estés pensando en la película sospechosos habituales, pero la cita es de un poeta francés del siglo XIX, Charles Baudelaire).
El relato del Génesis desnuda la fría verdad de lo que significa dar la espalda al proyecto de Dios. Todo lo que era armonía y sana relación del hombre con su entorno, se torna en fría acusación y angustiosa distancia donde la soledad deja de ser sonora y entristece la existencia. El Evangelio recoge ecos de aquella escena. Las curaciones y gestos desbordados de humanidad que despliega Jesús no tienen igual acogida. Hay quienes lo asocian al entorno de Satanás. Es una gravísima acusación que busca desacreditarlo, utilizando para ello el relato bíblico hoy proclamado. Pero no sólo los lejanos y feroces adversarios buscan tergiversar su misión, también los cercanos, la familia de Jesús lo acusa de no estar en sus cabales. Puede que el miedo a consecuencias imprevisibles y violentas, provenientes de ambos mundos, romano y judío los llevaran a señalar a Jesús como un demente y rebajar la tensión de sus acciones. Es importante no perder de vista cómo argumenta Jesús ambas censuras. Jesús siempre es Buena noticia, la gran noticia de Dios para los hombres.
La Liturgia hace posible que su mirada nos alcance y nos declare familiares suyos, familia de Dios. Rompe el círculo de consanguineidad y los derechos que representa para incluirnos en otra familia que se forja en la aceptación y cumplimiento de la voluntad del Padre. Esta nueva familia la forman aquellos que han aprendido y se atreven a llamar a Dios “Padre”. Esta nueva fraternidad genera insólitos lazos con Jesús y los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es una invitación a contemplar la historia con renovada esperanza. El mejor de los hijos nos invita hoy a mirar a la primera discípula, en cuyo rostro siempre se adivina a Dios.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario
