SOLEMNIDAD DE CRISTO REY, por Manuel Pozo Oller

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Con la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey en este domingo concluimos el ciclo litúrgico del año B y nos situamos en la puerta del Adviento. La fiesta de este domingo XXXIV, culmen del año litúrgico, es una fiesta relativamente reciente instituida por el Papa Pío XI en 1925 para reafirmar la soberanía de Cristo sobre el ateísmo creciente. Más tarde, el II Concilio del Vaticano añadiría un matiz menos beligerante y más evangélico con el título de la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo.

El pasaje del evangelio de san Juan 18, 33b-37 que leemos este domingo nos recuerda la escena donde Jesús es presentado para ser juzgado ante Poncio Pilato, prefecto de la provincia romana de Judea. El núcleo del texto es, sin duda, la realeza de Jesús y la instauración de su reinado. No es este un tema tangencial sino esencial en el Nuevo Testamento que usa más de 100 veces la palabra griega, Basileia (βασιλεία), para referirse al Reino de Dios. El evangelista Juan presenta a Jesús como “rey de los judíos” (1,49; 12,13), Este título adquiere especial resonancia en la “Hora de la Pasión-exaltación” donde Jesús se confiesa Rey, no solo de los judíos, sino de todo el que escucha la Verdad (14.6.16-17).

El título de Rey puede resultar equívoco para los oídos de la modernidad si no se explica desde la mente de Jesús. No es de extrañar. En su momento la predicación de Jesús también era malinterpretada tanto por sus discípulos como por las multitudes. Mi parecer sobre este asunto, a fin de evitar equívocos, es traducir el vocablo griego con el matiz de soberanía de Dios sobre todo lo creado, su amor sin medida sobre todas las cosas, el servicio hasta dar la vida, si fuere preciso. Quizá valga para comprender lo que quiero trasmitir el ejemplo del padre y la madre que aman a su hijo sobre todo y se desviven totalmente por él de tal suerte que en el éxtasis de amor exclaman ¡eres el rey/la reina de mi casa! Y, en verdad, así lo es. Es una imagen que nos acerca a la locura de amor que pone el centro en el otro y le sirve con un amor sin medida como a su rey.

Desde esta apreciación significativa nos podemos preguntar cómo entendía Jesús su reinado que, ciertamente no se identifica con los reinos de este mundo, sino que es un acontecimiento

por el que Dios actúa en la historia humana y en nuestra historia personal. Las parábolas que anuncian el reinado de Dios nos proponer un programa de hombre, de sociedad y de Iglesia que crece como drama en cuanto los poderes adversos reaccionan para evitar su implantación. La oposición a la soberanía de Dios es evidente. Un ejemplo actual: La organización Open Doors informa de la vigencia de este drama de los discípulos de Jesús cifrando en un total de 365 millones los que sufren persecución por su fe en todo el mundo. Son perseguidos uno de cada siete cristianos, según el informe anual que citamos.

¿Dónde queda la soberanía de Dios y su realeza ante tanta miseria y persecución? La respuesta desconcierta. Jesús es rey en el trono de la cruz. A la súplica de su compañero de martirio: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. Jesús le contesta «Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. No es fácil comprender y vivir el sentido y la locura de la cruz. Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz en 1986 y superviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald, narra en su novela La Noche un relato patético y estremecedor del que fue testigo: «La SS colgó a dos hombres judíos y a un joven delante de todos los internados en el campo de concentración. Los hombres murieron rápidamente, la agonía del joven duró media hora. “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Dios?”, preguntó uno detrás de mí. Cuando después de largo tiempo el joven continuaba sufriendo, colgado del lazo, oí otra vez al hombre decir: “¿Dónde está Dios ahora?”. Y en mí mismo escuché la respuesta: “¿Dónde está? Aquí. Colgado del patíbulo”».

Manuel Pozo Oller

Párroco de Montserrat

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