San Vicente, uno de los tres grandes diáconos que dieron su vida por Cristo, cierra las fiestas de invierno de la Alpujarra de Almería, concretamente en Laujar de Andarax. Junto con Lorenzo y Esteban, forma el más insigne triunvirato. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta entre sus manos la palma imperecedera de los mártires.
Este mártir encontró su panegirista en San Agustín, San León Magno y San Ambrosio. Y tuvo su cantor en su compatriota Prudencio, quien le dedicó el himno V de su Peristephanon al «levita de la tribu sagrada, insigne columna del templo místico».
San Valero le nombró Arcediano o primer Diácono, para suplirle en la sagrada cátedra. Estamos a principios del siglo IV, en la décima y más cruel persecución contra la Iglesia, decretada por Diocleciano y aplicada en España por Daciano. Las cárceles, que estaban reservadas antes para los delincuentes comunes, pronto se llenaron de obispos, presbíteros y diáconos, escribe Eusebio de Cesarea. Era la táctica seguida fielmente por Daciano. Fue precisamente él quien dio muerte a San Vicente, tras un interminable martirio por seguir el Evangelio de Cristo.
Laujar de Andarax recordó el testimonio de San Vicente la semana pasada, con la tradicional procesión por las calles de la villa, después de la celebración de la Eucaristía que presidió el sacerdote Miguel Torres Ruiz. Como peculiaridad de esta celebración, cabe señalar que la venerada imagen del Santo y Patrón recorre las arterias principales de la población a hombros de quienes comparten el nombre del mártir.
Una jornada festiva que congregó, como todos los años, a un multitudinario grupo de feligreses de la zona y del extrarradio, ya que, aunque se tratara de un día laboral para el resto de la diócesis, los lugareños naturales de esta tierra regresan este día para recordar el origen de sus raíces cristianas.
