En el corazón de los días de Navidad la Iglesia celebra el domingo de la Sagrada Familia bajo el lema “La familia, fuente de esperanza”. Coincide este domingo, infraoctava de Navidad, con el inicio del año jubilar cuya apertura solemne tendrá lugar este día veintinueve de diciembre y se desarrollará en nuestra diócesis a tenor de las disposiciones del decreto episcopal de 15 de diciembre para el año jubilar 2025 “Peregrinos de esperanza”.
La fiesta del domingo es ocasión para contemplar a la Sagrada familia en su casa de Nazaret. En aquel lugar escondido Jesús vivió unos treinta años. Allí creció, “sometido a la autoridad de sus padres”, de manera natural y armónica, “en sabiduría, en estatura y en gracia de Dios”. En aquel lugar ignorado del mundo el Verbo hecho carne aprendió a ser hombre en un hogar bendito escuela de humanidad.
La tradición, en especial los evangelios apócrifos, nos han presentado una imagen ideal de la Sagrada familia de Nazaret: san José con sus barbas, en su taller de carpintero o quizás con una vara de nardo florecido en la mano; la virgen María, tan inocente y tan hermosa, dedicada a sus labores; y el niño Jesús, con cara de ángel, aprendiendo el oficio de su padre o quizás jugueteando con un pajarito. Hemos de reconocer que nos gustan los detalles ingenuos y tiernos pero las cosas en verdad en aquella casa no eran tan románticas y bucólicas como nos gusta imaginar.
Por diversas razones, hemos construido una imagen de la Sagrada familia en la que el marido José, es un ciudadano ejemplar, un trabajador intachable, modesto y resignado con su suerte; y la esposa, María, es una santa mujer de su casa, con todas las virtudes que adornan a la esposa y a la madre con el plus de haber sido elegida y preservada por Dios de su concepción inmaculada; y el hijo es el mejor de los hijos, sobre todo el más obediente y dócil a la autoridad de sus padres. O sea, un retrato de la familia diez, la familia ideal. Ante estas consideraciones surge una pregunta espontánea: ¿La vida en Nazaret fue como nos la pinta la tradición? Si contestamos afirmativamente tendríamos un grave problema porque de poco nos serviría de ejemplo para nuestras pobres y contingentes vidas ya que nosotros nos hallaríamos a una distancia sideral de las virtudes de aquella humilde y creyente familia nazaretana.
Consuela el convencimiento de que la familia de Jesús fue una familia con los problemas del momento y la situación que le tocó vivir. La sagrada familia tuvo que afrontar los problemas lógicos del nacimiento de un niño agravada, como bien sabemos, por el edicto del emperador romano Augusto que les obligó a salir de su entorno. No queda ahí la desdicha, sino que la noticia de su nacimiento provoca la persecuciónde Herodes, llevándoles exiliados a un país extraño (Mt 2,13-15). A la muerte del dictador Herodes, José se siguió sintiendo amenazado por las autoridades políticas (Mt 2,21-22), hasta el punto de tener que volver a un pueblo perdido, Nazaret, en la Galilea más pobre y, como suele ser frecuente en estos casos de pobreza, un pueblo de mala fama (Mt 2,23; Jn 1,46).
Este domingo el evangelio de san Lucas (2,41-52) nos narra el episodio del niño que se quedó en el templo sin decir nada a sus padres. Después de este episodio la Sagrada familia bajó a Nazaret. San Pablo VI en su visita a Nazaret expresó que “es la escuela donde se empieza a entender la vida de Jesús” y cuya primera lección “es el silencio”. «Nazaret, prosiguió diciendo el Papa, nos enseña el significado de la familia, su comunión de amor su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social» (Alocución en Nazaret 5 de enero de 1964).
¡Qué la familia de Nazaret nos enseñe el significado de la familia, comunidad de vida y amor, evangelio de la vida y escuela de humanización!
Manuel Pozo Oller
Párroco de Montserrat