Llevo tiempo reflexionando sobre la utilidad, entiéndase bien este término, que tiene el “rosario en Ferraz”. Cuando digo “utilidad”, me pregunto quién se beneficia de que esta práctica se esté extendiendo y, por ir un poco más allá, cuál es la auténtica intención o por qué no vale igual rezar por España desde el sofá de mi casa. La semana pasada, aquel pobre enajenado se subió al altar de la confesión en la basílica de san Pedro, aparecieron miles de whatsapps que reivindicaban la debida reparación a Dios por las ofensas recibidas. Me surgían dudas a cerca de mi propia fe, quizá soy demasiado tibio porque no entiendo en qué puede ofender a Dios que una persona equivocada lleve a cabo un acto vandálico. A mi mente viajaron la discusión de Jesús con los Boanerges (Lc 9, 54) o aquel: perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).
También dentro de la Iglesia nos encontramos con la dichosa polarización, este es el auténtico mal que deberíamos erradicar. Hay multitud de grupos que se autodenominan cristianos, sin embargo, aquello que los mueve dista muchísimo del evangelio. Sus motivaciones no son la fe, sino la ideología. Si, por ejemplo, rezar el rosario en Ferraz te ayuda a estar cerca de Dios, adelante; pero si lo has convertido en un arma arrojadiza contra otros, mejor quédate en tu casa. Si tu amor por los pobres te lleva a vivir en medio de quienes menos tienen sirviéndolos porque en ellos ves a Jesús, magnífico; pero si ello te lleva a criticar todo el tiempo los medios económicos que se emplean en otras tareas de la Iglesia, vas por mal camino. Si tu fe te lleva a pensar que el mundo es tan simple que solo existen buenos, a los que tú perteneces, y malos, donde están todos los demás, háztelo mirar, porque quizá seas víctima de una ideología cristiana.
Es que el Demonio es tan astuto que sabe muy bien por dónde colarse en la vida de cada uno. Es en nuestras propias inseguridades donde él hace hincapié para hacernos pensar que si cedemos es porque estamos perdiendo fuelle. Cuando nuestras convicciones nos conducen a subirnos en una atalaya inexpugnable desde la cual miramos a los demás perdemos de vista los matices que se aprecian a pie de calle y que embellecen la vida. No estamos siguiendo a Jesús, sino una ideología, una falsa seguridad que nos crea la ilusión de que el mundo es solo tal y como nosotros lo vemos. La fe, en cambio, está al pie de la calle, nos ayuda a apreciar los matices y reconocer lo bueno que hay en cada cosa, porque en lo bueno está la huella de Dios. La fe es seguimiento de Jesús en su Iglesia, imitación de Cristo, renuncia a nosotros mismos para que él sea verdaderamente Nuestro Señor.
Jesús Martín Gómez
Párroco de Vera
(Foto el Pais)
