En cada empresa que se precie encontramos un departamento de recursos humanos. Dichos departamentos se encargan de gestionar todo lo que se refiere a los empleados desde la contratación hasta el despido de los mismos pasando por las cuestiones de distribución del trabajo y retribución del mismo. Aunque actualmente se trabaja en que los departamentos de recursos humanos se preocupen más por la calidad del trabajo y de promover las habilidades de los empleados; sigue siendo llamativo que se considere a las personas como un recurso, esto es, un medio para conseguir los fines de las empresas. Podemos preguntarnos si esta concepción de las personas como un recurso no se ha filtrado también a nuestras relaciones personales.
Entablamos amistades, buscamos relaciones, seleccionamos personas en función de aquello que nos aportan, si nos ayudan a conseguir nuestros propios fines. No es difícil encontrar por internet todo tipo de mensajes motivacionales en los que se nos lanza la idea de que aquella persona que te desgasta o supone un obstáculo hay que eliminarla de tu vida. Nos hemos acostumbrado a Ghostear a los demás cuando nos hacen cuestionarnos nuestro planteamiento vital. Incluso en las RRSS, porque así funcionan, es muy difícil que encontremos a alguien que piense distinto a nosotros, nos metemos en nuestra burbuja ideológica que nos lleva a evitar toda confrontación y nos desconecta del mundo real, donde cada uno piensa como quiere.
Sin embargo, los demás no son un fondo disponible para conseguir nuestros propios fines. No son un objeto de nuestro placer, de nuestras ambiciones, de nuestros deseos y, aunque cueste trabajo decirlo, no tienen por qué aportar nada a nuestra vida, es más, seguramente nos desgasten más de lo que nos aportan. Los demás son un don para nuestra vida, pero esto no significa que sean un recurso a explotar. Cada uno tiene derecho a su propia historia, porque cada uno es amado profundamente por Dios. Cuando comenzamos a contemplar a los demás como un don, empezamos a descubrir que también todo lo que nos rodea ha sido creado con un fin. Se trata de un orden dado, un regalo que podemos ir desenvolviendo, para encontrarnos con quien lo sustenta, nuestro Creador.
Jesús Martín Gómez
Párroco de Vera