
Noche del Viernes de Dolores. Mucha gente bordeaba la puerta lateral de la Parroquia de Santiago. En el interior la hermandad, después de celebrar la Eucaristía con toda la solemnidad, los cofrades preparan a la Virgen de la Soledad para subir al Cerro de san Cristóbal. Los Evangelios de los Dolores de María iban marcando las paradas y la oración. Comienza el Pórtico de la Semana santa.
Una multitud sigue a la Virgen, que es llevada casi a la altura de nuestros ojos y, como una más, recorre las calles cuesta arriba. En los portales y las ventanas la gente se asoma a verla pasar. El barrio se ha volcado decorando las fachadas con velas, con cuadros de la Soledad enmarcados de buganvillas, unos niños han preparado un paso del Crucificado, que sale al encuentro de María: “Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Santo”, habían rotulado en una cartulina. En una bocacalle un altar con san Cristóbal. Otros niños, en una escalinata, mostraban carteles de colores dibujados por ellos alabando con piropos a la Virgen de la Soledad, “Nuestra madre”.
Un cuarteto de jóvenes músicos acompañaba el silencio de la comitiva, tan solo roto por una hermosa saeta de un joven cantaor. Había jóvenes por todos los lados. Si cuando subías la cuesta mirabas hacia atrás veías la multitud que procesionaba en silencio, también a las Hermanitas de los Pobres Desamparados, a los Franciscanos de la Cruz Blanca, de la Casa de Nazaret, la hermandad, hermanos mayores de otras hermandades, el Presidente de la Agrupación, los sacerdotes… Era emocionante y los niños añadían afecto a la religiosidad que se palpaba. Todo era muy sencillo, centrado en lo esencial. También así podemos comenzar a evangelizar.
El último tramo, el del viacrucis, había sido alumbrado, en ambos lados, con antorchas por los habitantes del barrio. Era mucha la dedicación y el fervor que se revelaba en cada detalle. Una familia desde la terraza llenó a la Virgen de una lluvia de pétalos de flores.
Arriba el Sagrado Corazón, abajo la ciudad, y entre ambos nosotros y la Madre. Dos corazones que entregan vida, pues el corazón solo sangra por donde ama. La Soledad estaba habitada de ternura. Gracias. ¡Ánimo y adelante!
+ Antonio Gómez Cantero