«Venid también vosotros para descansar un poco»

Carta del obispo de Almería, Mons. Adolfo González, a los sacerdotes sobre el descanso y el servicio pastoral

Queridos hermanos sacerdotes:

Hemos entrado en el verano y algunos esperan un descanso después del curso pastoral, que va cerrándose poco a poco. El descanso siempre es necesario para recuperar fuerzas y reponer del dinamismo espiritual que anima y sostiene la cura pastoral.

1. Jesús nos invita al descanso que repara el cuerpo y el alma

Es el mismo Jesús quien nos invita a hacer una pausa, para recuperar fuerzas. Cuando los Doce volvieron de la misión evangelizadora que les había confiado Jesús, sin duda estaban contentos de la experiencia apostólica vivida, peo dice la crónica evangélica que contaron a Jesús «todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado», y él entonces viéndoles fatigados les dijo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,30-31).

El descanso recuperador, que recompone la dispersión que trae consigo la misión con sus múltiples preocupaciones y tareas, requiere abandonar el tráfago que cada día trae consigo el apostolado y buscar un lugar más aislado, la soledad que permite encontrarse uno consigo mismo y, en la presencia de Dios recuperar con la propia identidad la razón de ser la cuanto hace y por aquello que se preocupa, sin dejar que la multiplicidad de los mensajes que se cruzan con uno cada día alteren su visión objetiva de las cosas y terminen por arrastrarlo al estado de confusión.

Hay un sano cesar en la actividad que es vuelta a uno mismo, para recuperar de la dispersión del activismo cotidiano la propia condición humana y sacerdotal, abriéndose al gozo del descanso que tonifica y torna lúcida la visión, ordena la memoria y abre la voluntad a cuanto mejor comprende la inteligencia. Por eso, en la mente de Jesús, el descanso va unido la instrucción de sus apóstoles, que se da en la comunión que hace posible el estar juntos en torno a él como experiencia de contento de cada uno de ellos, porque le han seguido y le aman. Salir del tráfico de las comunidades para perderse en el tráfico secular de la sociedad no trae descanso, sino mayor enajenación. Por esto, la crónica del evangelista agrega: «Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, a un lugar solitario» (Mc 6,31b-32).

2. Descansar sin dejar de ser pastores de las comunidades a nuestro cargo

Estas letras son para agradecer a todos los sacerdotes el trabajo pastoral realizado a lo largo del curso; y para ofrecer con este motivo una reflexión breve pero necesaria en nuestro caso, sobre cómo hemos de procurar un descanso que permita al mismo tiempo el mantenimiento de los servicios pastorales a los fieles que tenemos encomendados. He aquí algunas observaciones:

1º. No tomar decisiones que carguen el propio trabajo pastoral sobre los demás, procediendo con hechos consumados. Es decir, quienes tienen a su cargo la cura pastoral han de evitar proceder con decisiones tomadas unilateralmente, apelando a la necesidad de descansar, y dejando a los demás unos compromisos previamente no convenidos y que no les es posible realizar. Es necesario tenerlo presente, porque sucede todos los veranos y, a veces, incluso en el transcurso del año tras la Navidad y la Pascua; en algunos casos con no poca complicación para los demás.

No parece lo más correcto actuar de este modo, ni tampoco lo es dejar el teléfono del Vicario de zona o del Vicario de Acción pastoral con una nota para los fieles: llamen ustedes a este teléfono. No es posible porque no hay “recambios” con los que sustituir las ausencias, y cuando se tiene la posibilidad de confeccionar el propio calendario o el horario laboral del día hay que hacerlo con la responsabilidad que exige el ministerio pastoral que a un sacerdote se le ha confiado. Entre otras cosas, porque no responde a la realidad que a lo largo del año no sea posible tomar algunos descansos en horarios más flexibles y teniendo, además, en cuenta que la jornada laboral de un sacerdote no está sometida a un régimen que no admite espacios de libre actividad y necesario descanso.

2º. Es preciso evitar abandonar la cura pastoral en los meses de mayor necesidad de atención a los fieles, como de hecho se da en las zonas costeras o más visitadas por los turistas. Nos falta, ciertamente, una pastoral del turismo suficientemente orgánica y eficaz, por eso sabiendo que esta pastoral es una necesidad que aún estamos lejos de alcanzar a cubrir plenamente, debemos proceder del mejor modo posible, persiguiendo sobre todo el mayor bien espiritual para los fieles.

En distintas ocasiones hemos reflexionado sobre la necesidad de que las zonas turísticamente más visitadas en tiempo vacacional tengan un servicio que, si de verdad lo activamos, obliga a programar los descansos de forma ordenada. Es preciso para ello contactar con sacerdotes conocidos de fuera de la diócesis, que puedan pasar unos días con nosotros, no ya para sustituirnos, sino para prestarnos algunas ayudas, que pueden auxiliar un mayor trabajo pastoral de temporada, y en algunos casos, los menos posible, suplir la ausencia de algunos sacerdotes diocesanos.

3º. Los sacerdotes que vengan tienen que ser presentados al Obispo o al Vicario de Acción pastoral, el cual debe poner en conocimiento de los Vicarios territoriales la presencia en sus vicarías de los sacerdotes foráneos. Esto es imprescindible, si un sacerdote no diocesano ha de asumir la cura pastoral en una parroquia, aunque sea por un tiempo limitado de una semana. De lo contrario tampoco tenemos garantía de que su servicio esté debidamente acorde con las necesidades del conjunto de la diócesis.

Es muy oportuno recordar que, cuando no hay nadie que pueda sustituirnos, nuestra programación del descanso debe hacerse de ordinario simultaneando los servicios más necesarios como son las misas dominicales y las exequias, y aprovechando los días laborales para un descanso más sosegado; y tomar, cuando lo permita la cura pastoral, unos días de descanso más sosegado.

4º. Para que los sacerdotes de un arciprestazgo puedan turnar los tiempos de su descanso, si no se cuenta con un sustituto, es conveniente reunir el arciprestazgo y ver cuándo y cómo se pueden cubrir las ausencias. Dar por hecho que un sacerdote tiene derecho a marcharse un mes sin más condiciones, cuando es tanta la necesidad de los fieles de contar con nuestros servicios, no es, sin duda, lo que más se compadece con un espíritu sacerdotal ejemplar. Uno puede prestar su ayuda a otros cuando la propia parcela pastoral tiene el cuidado que necesita.

No es responsable para facilitar el descanso de un sacerdote que otro cargue sobre sí la celebración de las misas propias y las del sacerdote ausente, si el número de misas que se han de celebrar excede la norma canónica. Debe tenerse en cuenta el criterio establecido por la norma, que ante la escasez de sacerdotes permite celebrar dos misas diarias y tres los domingos (CIC, can. 905 §2). Esto exige programar el número de misas de forma razonable con relación a las comunidades y número de personas que a ellas acuden, sin multiplicarlas innecesariamente.

3. Una ocasión para volver sobre la tarea vocacional de los sacerdotes

Reflexionar sobre cuanto acabo de decir nos tiene que comprometer al mismo tiempo a tomar conciencia del problema de fondo: la falta de vocaciones suficientes para poder servir pastoralmente a las comunidades cristianas. No digo que carezcamos de vocaciones, gracias a Dios que nos las va enviando, las vocaciones se sostienen, pero dada la histórica merma de clero que la crisis de los pasados años setenta y ochenta dejó entre nosotros, aun cuando el Señor nos ha regalado el don inapreciable de las vocaciones sacerdotales, traemos de atrás esta rémora. El clero regular que nos venía ayudando ha ido redimensionando sus posibilidades también limitadas, y devolviéndonos las comunidades que venían atendiendo. Su carisma condicionaba el estilo pastoral, pues vinieron a prestar un servicio en lugar que no era el propio del carisma que alimentó vocación sacerdotal, pero su servicio era apreciable y estamos agradecidos.

La implicación del clero diocesano en la promoción de las vocaciones sacerdotales nos debe llevar a plantear bien el apoyo que los sacerdotes debemos dar a la pastoral de las vocaciones. Un apoyo que ha de ser permanente, proponiendo explícitamente y sin complejos la vocación y cuidándola cuando se descubre en los niños, en los adolescentes y en los jóvenes. De los frutos que esperamos de la oración intensa y de este apoyo a la pastoral vocacional dependerá la mejor distribución del clero de mañana. Algunos de los sacerdotes que vienen a ayudarnos desde otras diócesis han cumplido los períodos temporales para los que vinieron y regresan a sus diócesis, aunque otros permanecen.

Hay factores difíciles de someter a control, como la enfermedad de sacerdotes jóvenes, que los apartan de la cura pastoral, al menos temporalmente; y, naturalmente, la muerte no esperada de algunos sacerdotes que, aunque con años de servicio pastoral, se encontraban todavía activos en la cura pastoral, como ha sucedido recientemente. Son factores que vienen a sumarse a la marcha de los religiosos que ha venido jalonando los últimos diez años, y a la vuelta a sus diócesis de origen de aquellos sacerdotes no diocesanos, todo lo cual nos obliga a plantear mejor la atención pastoral a las comunidades.

4. Siempre centrados en la Eucaristía, don supremo que brota del Corazón de Cristo

Por esto, aunque el descanso nos es muy necesario, hagámoslo de forma que podamos atender la cura pastoral sin sobresaltos para los demás. Conviene asimismo tener presente la exhortación el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (2013), después de recomendar la necesidad del descanso: «En todo caso, evítese cuidadosamente el peligro de considerar los períodos de descanso como un tiempo meramente de vacaciones o de reivindicarlos como un derecho y, el sacerdote sienta más que nunca en los días de descanso la necesidad de celebrar el Sacrificio eucarístico, centro y origen de su vida» (n. 101).

Considerarlo así ayudará a sentir más y mejor la necesidad que nuestros hermanos tienen de contar con el ministerio pastoral de los sacerdotes, don que a nosotros se nos ha otorgado inmerecidamente, para prolongar en el tiempo la acción constante de salvación que Dios nos deja de ofrecer al mundo por medio de Cristo su unigénito, de cuyo corazón traspasado brotaron los sacramentos de la Iglesia de los que nos ha hecho ministros.

Hoy esta reflexión alcanza una significación propia, en la fiesta del Señor que hoy celebramos, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que los papas han propuesto como jornada de oración por la santificación de los sacerdotes. Que sintamos con los sentimientos de Cristo, y en todo seamos movidos por un corazón de pastor semejante al suyo.

Almería, 23 de junio de 2017
Solemnidad del sagrado Corazón de Jesús

+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería

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