Un sínodo para la nueva evangelización

Carta del Obispo de Almería, Mons. Adolfo González Montes.

Queridos diocesanos:

Comenzó el primer domingo de octubre la XIII Asamblea general del Sínodo de los Obispos, en la cual tomo parte por decisión de los obispos españoles que ha confirmado el Santo Padre semanas atrás. En esta misión que se me ha confiado, sé que no estaré solo, ya que, como reza la máxima de los Padres de la Iglesia antigua, con el Obispo va siempre su Iglesia; y conmigo va la Iglesia de Almería. Con frecuencia, en las visitas pastorales que realizo a las comunidades parroquiales trato de explicar de qué modo las comunidades cristianas forman el tejido social de la Iglesia diocesana, componiendo una comunión cuyo centro está en la Eucaristía que celebra el Obispo. Esta comunión de fe y sacramentos que es la Iglesia diocesana se engarza en la gran comunión de la Iglesia universal por medio del ministerio del Obispo, sucesor de los Apóstoles y miembro del Colegio episcopal, que preside el Papa, Sucesor de Pedro y cabeza del Colegio. Del mismo modo que el Papa es el fundamento visible de la unidad de toda la Iglesia, así el Obispo es el fundamento de la unidad de la Iglesia diocesana.

El misterio de comunión que es la Iglesia tiene en el ministerio del Papa y de los Obispos la articulación de su propia unidad, por ello cada Iglesia diocesana es inseparable de su Obispo. Los Obispos que participamos en el Sínodo llevaremos además la representación de todas las Iglesias, pues como dice san Pablo, el apóstol ha de llevar consigo «la preocupación por todas las Iglesias» (2 Cor 11,28). Enseñanza que recoge el Vaticano II cuando recuerda que «la preocupación de anunciar el Evangelio en todos los pueblos pertenece al conjunto de los Pastores, pues recibieron todos juntos el mandato de Cristo que les imponía un deber común» (Const. dogm. sobre la Iglesia, n.23). Es lo que da motivación a la nueva asamblea del Sínodo para afrontar un tema tan urgente como es «la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana» en las condiciones de nuestra sociedad y de la cultura agnóstica del tiempo presente.

Justamente se cumplen ahora los cincuenta años de la apertura del II Concilio del Vaticano, convocado por el beato Juan XXIII, con el propósito de renovar la forma de comunicar y presentar al hombre de hoy el mensaje permanente del Evangelio. La doctrina de fe de la Iglesia y la propuesta de conducta moral que de ella se deriva dimanan de la revelación de Dios en Jesucristo y la Iglesia tiene que llevar la Palabra de Dios a los hombres de todos los tiempos, pero es tarea de los cristianos unidos a sus pastores buscar la forma y medios adecuados, el lenguaje más comprensible, acreditando la verdad de la fe mediante un testimonio creíble de quienes la profesan.

Estos cincuenta años transcurridos desde el gran acontecimiento que dio origen el movimiento renovador de la Iglesia, en los años sesenta del pasado siglo XX, nos invitan a la reflexión y el examen del empeño evangelizador, a la evaluación de sus frutos y de sus fracasos, teniendo muy presente la descristianización de la sociedad y el carácter laicista que impregna la cultura y la mentalidad del hombre actual. Los Papas de nuestro tiempo han hablado de la necesidad y urgencia de una nueva evangelización. El Sínodo quiere afrontar el reto de este programa de la Iglesia hoy y, por eso, necesita el respaldo de la oración de todas las Iglesias, como apoyo de los debates del aula sinodal en busca de las propuestas más adecuadas para presentar al Santo Padre cuando concluyan los trabajos del Sínodo.

Si hemos de volver sobre las enseñanzas del Concilio cuya apertura celebramos, el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II hace ahora veinte años nos ayuda asimismo a tener presentes los contenidos de la fe, para proponer con acierto y sin miedo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la verdad revelada por Dios como medio de darlo a conocer, en contra de tantos fantasmas de Dios que imaginamos los hombres. Como decía san Juan de Ávila, el gran evangelizador del siglo XVI que es declarado por el Papa en la misa de apertura del Sínodo nuevo Doctor de la Iglesia universal, nos cumple repetir a nuestros contemporáneos: «Sepan todos que Dios es amor». Con estas palabras evangélicas en sus labios, el santo evangelizador y apóstol de Andalucía recorría las tierras del sur de España recordando a sus oyentes que Dios no está alejado de nosotros, sino que en Jesucristo ha salido a nuestro encuentro por amor nuestro.

No dejéis de encomendar nuestra asamblea sinodal al Señor y a la bienaventurada Virgen María, para que al final de nuestros trabajos la Iglesia salga reforzada en el empeño de evangelizar hoy como siempre con los ojos fijos en Jesucristo.

Con mi afecto y bendición,

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

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