Siempre es Viernes Santo para las víctimas

Carta de Mons. Adolfo González Montes, Obispo de Almería, para el Viernes Santo.

SIEMPRE ES VIERNES SANTO PARA LAS VÍCTIMAS

Queridos diocesanos:

Este Viernes Santo quiero hablaros de todos aquellos que por su fe Cristo siguen siendo crucificados, incluso de la misma forma que lo fue él, clavados de pies y manos en maderos, y aunque son pocos los que así son crucificados y degollados, otros asesinados bajo cobertura legal; y miles de cristianos de todas las edades siguen siendo marginados y perseguidos por amor a Cristo en latitudes diversas. Algunos más cercanos, con apenas el mar común por medio, porque la primavera árabe, que tantas esperanzas suscitó, ha traído a las primeras páginas de actualidad de rotativos y pantallas la imagen de los cristianos iraquíes y sirios maltratados, expropiados de sus bienes y prófugos, refugiados en campos de asilo, huyendo para salvar la vida. La ley contra la blasfemia se ha convertido en Pakistán en cobertura legal contra los cristianos en un país donde casi ni pueden salir a la calle.

¿Cómo desprendernos de la imagen de los decapitados en Libia, cuya ejecución se quiso hacer ante las cámaras y los medios de comunicación? La persecución violenta está sucediendo en Nigeria con horror de cuantos conocen el proceder de los terroristas, como sucedió en Sudán hasta la división del país, sin que en este país, roto por una guerra que se prolonga de otra manera por el control de las fuentes de riqueza, haya cesado la violencia muchas veces claramente religiosa. En Egipto los cristianos han padecido y padecen, aunque han comenzado a ser defendidos por las autoridades con voluntad de garantizar el pluralismo religioso, que era tradicional en algunos países. Los analistas y los censos oficiales reconocen hasta ocho millones de cristianos coptos en Egipto, pero ¿no son más? ¿Tendría que referirme a las leyes que bloquean la libertad religiosa en un rosario de países africanos y asiáticos?

¿Cómo olvidar a estos cristianos, a los que sólo lentamente y con pereza defienden su dignidad y derechos los líderes occidentales, prestos a clamar por los mismos derechos de otros colectivos humanos e incluso por reivindicaciones para grupos sociales que no son tales derechos? ¿Cómo olvidar este Viernes Santo a una madre cristiana como Asia Noreen (conocida como Asia Bibi), más de 2000 días encarcelada y dos años en el corredor de la muerte por causa de su fe en Jesús? Benedicto XVI pidió su libertad y el respeto a la conciencia religiosa de todas las personas. El Papa Francisco ha clamado pidiendo cese la persecución de cristianos en tantos, demasiados lugares, que incluyen países asiáticos de China a Indonesia.

Es verdad que las cosas se mueven en estos últimos dos años, después de las atrocidades a que han sido sometidos miles de cristianos, se reacciona contra esta persecución y estas cruces colocadas sobre los hombros de los cristianos por parte de miembros de otras religiones como minorías radicales hindúes de la India. Gracias a Dios, el diálogo interreligioso produce sus resultados y son millones los musulmanes que se han puesto de parte de los cristianos perseguidos, incluso creyentes de otros credos religiosos los defienden y se solidarizan con los cristianos, pero el Viernes Santo continúa para miles de ellos. No sólo para estos crucificados sigue siendo realidad el drama del Viernes Santo, sino para tantos cristianos, donde no son físicamente agredidos pero sí marginados por serlo en minoría en territorios confesionales diversos.

Aun así, hemos de proseguir con el diálogo, no hay otro camino para la paz y las religiones históricas están a favor del diálogo y la cooperación por una ética de la convivencia y de la verdadera paz, con voluntad de aislar a los que persiguen fines políticos y otros fines alentados por un mal entendimiento de la fe religiosa.

En sociedades del bienestar como las occidentales hay también intolerancia y oposición a una verdadera libertad religiosa. ¿Acaso hay grupos que descalifican la moral cristiana y se oponen a la libertad de pensamiento y creencias en cuanto éstas se hacen públicas y uno se propone vivir conforme a ellas? ¿Acaso no es violencia contra la religión el laicismo beligerante que la quiere poner entre paréntesis? También hay en Occidente intolerancia y descalificación de la moral que algunos ven obsoleta y anticuada, por proponer un concepto del amor y de la vida, de la familia y de la paz, de la educación sexual de niños y adolescentes que no resulta tolerable a quienes tienen otro concepto de estas realidades humanas y las quisieran imponer en monopolio.

Los seres humanos son religiosos, pero la religión sigue siendo perseguida, particularmente el cristianismo, portador de un concepto de la vida y del amor, de la paz pública y de los derechos y obligaciones de todos no compartidos y que se pretenden combatir en algunos lugares mediante la persecución física, en otros mediante la descalificación continuada. No es victimismo, sino cruda realidad de Viernes Santo, que a nosotros, ciertamente, nos toca poco de cerca, a pesar de que no faltan las refriegas de la intolerancia dialéctica que algunos quisieran llevar a las leyes.

La pasión de Cristo tiene una versión actual en tantos cristianos entregados a la muerte por causa de Jesús, a la muerte física, a la muerte social y política como sujeto de derechos y deberes. Siempre será Viernes Santo para ellos y para todas las víctimas inocentes, sobre todo para los niños que no nacerán, los niños esclavizados y entregados al mercado del trabajo precario y duro que supera sus fuerzas, los adolescentes convertidos en objeto del deseo del turismo de la lujuria, la trata de personas, particularmente de mujeres engañadas y crucificadas en vida… Sí, queridos diocesanos, siempre hay víctimas en las que pensar y por las que orar cada día, porque para ellas siempre es Viernes Santo. Víctimas que unidas a Cristo crucificado nos ofrecen su dolor para que nos dejemos impactar por su dramático paso hacia la resurrección. La alcanzarán como como premio de Dios a su cruz, pero a nosotros la fe en el Crucificado se nos exige un sincero esfuerzo por remediar sus padecimientos, mientras consideramos las palabras de san Pedro: «alegraos en la medida que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria» (1 Pe 4,13).

Con mi afecto y bendición.

Almería, 3 de abril de 2015

Viernes Santo

+Adolfo González Montes

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