Si escuchas su voz

Carta Pastoral del Obispo de Almería con motivo del Día del Seminario. Queridos diocesanos:

Con motivo de la próxima solemnidad de San José, este año trasladada a este sábado, día 15 de marzo, aunque estamos en el pórtico de la Semana Santa, me parece necesario no dejar pasar la tradicional jornada dedicada al Seminario sin hacer algunas reflexiones en voz alta. Este año esta jornada se inspira en las palabras del Salmo 95 evocadas por el autor de la carta a los Hebreos cuando dice: “Por eso como dice el Espíritu Santo: «Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones…»” (Heb 3,7-8).

Estas palabras («Si escuchas hoy su voz») van dirigidas especialmente a los jóvenes que pueden escuchar la voz interior del Señor, con el corazón tocado por Dios que los mueve a seguir a Jesucristo por el camino del discipulado y la evangelización; particularmente llamados a la acción apostólica y pastoral con los fieles cristianos en las comunidades parroquiales a las que han de ser destinados como pastores inmediatos de sus hermanos. En la vocación al sacerdocio es Dios quien tiene la iniciativa y no basta sólo la decisión de los hombres, que sólo pueden orientar a los candidatos y acompañarles en su proceso vocacional y en la larga formación para la acción pastoral sólo en la medida en que se da esta vocación divina.

En alguna de mis cartas a los diocesanos me he referido a las dificultades con que tropiezan los jóvenes, he hablado de la cultura ambiente, a veces no sólo imbuida de un espíritu fuertemente secularista, sino incluso promotora de una visión anticristiana de la vida, de un modelo de ser y estar en la vida que choca frontalmente con el espíritu de las bienaventuranzas y los valores del Evangelio. La mayor de las dificultades del momento proviene sin duda de un estilo de vida que asfixia la vida espiritual. Aunque formalmente se defiende la libertad religiosa, entre nosotros se viene haciendo como crítica continuada a la presencia del catolicismo en la sociedad española, para favorecer no sólo otras opciones religiosas, sino una religiosidad vaga, individual, de carácter discrecional que confunde con demasiada frecuencia un conjunto de creencias personales, a veces enteramente discrecionales, con la religión revelada.  Las creencias personales son del todo dignas de respeto, pero la religión y, en concreto el cristianismo, es otra cosa: es la profesión de fe en la persona de Jesucristo como palabra encarnada de Dios.

Es evidente que este panorama no resulta entusiasmante para los jóvenes, a los que se transmite un conjunto de prejuicios antirreligiosos y padecen un fuerte confusionismo de ideas. Se ha dicho con toda justeza que hay vocaciones y que  faltan respuestas a la llamada de Dios. Que estas respuestas no se den en la medida deseada tiene mucho que ver con el descrédito de la religión promovido por posturas ideológicas que prolongan visiones del mundo anticristianas, contrarias a la visión de la vida propuesta por el Evangelio de Jesús. Por eso, seguir a Jesús exige de los jóvenes llamados convicción y valor para seguirle a contracorriente. No porque hayan de renunciar a una visión actual del mundo compartiendo la cultura de los hombres de su tiempo, sino porque tienen que saber discernir, seleccionar y decidir en consecuencia. Cosa difícil si no se cuenta con un conocimiento de la fe, ya porque se ha crecido en ella o porque se ha abrazado con ideas claras y sin miedo al ambiente.

He dicho ya que un elemento que contribuye a crear esta situación de difícil superación para los jóvenes es la resistencia familiar a que respondan a la vocación sacerdotal. Con todo, no sería justo si dejara de valorar el compromiso de aquellas familias cristianas que no sólo confían en la educación de la fe que sus hijos reciben en la parroquia y en la escuela católica, donde crece la vocación, sino que saben acogerla con respeto y agradecimiento a Dios, apoyando la decisión de sus hijos. Estas familias son una fuente de esperanza para la Iglesia y su colaboración con los sacerdotes es inestimable. Este año, al tiempo que agradezco la colaboración de las familias cristianas en acoger como don de Dios al vocación de sus hijos, quisiera estimular  el compromiso de los sacerdotes y de las parroquias con las vocaciones. Sin este empeño de los sacerdotes en detectar, seguir y acompañar los signos incipientes de vocación que puedan hallar en los adolescentes y jóvenes del entorno apostólico y parroquial, no saldrían las vocaciones que llevan a los jóvenes al Seminario y a la ordenación sacerdotal. De la acción conjunta de los sacerdotes y familias cristianas, y el apoyo decidido de los educadores católicos depende el éxito de la pastoral de las vocaciones.

Almería, a 15 de marzo de 2008

+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería

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