Participar en la ayuda económica que necesita la Iglesia

Carta Pastoral de Mons. Adolfo González, Obispo de Almería, con motivo del Día de la Iglesia Diocesana.

PARTICIPAR EN LA AYUDA ECONÓMICA QUE NECESITA LA IGLESIA

Llega la ya tradicional Jornada de la Iglesia diocesana y no todo tiene que reducirse a la colecta del día en beneficio de una Iglesia que ciertamente necesita financiarse, pero ante la insistencia de algunos en afirmar que la Iglesia se financia con una partida de los presupuestos públicos anuales, conviene aclarar lo que sigue: 1º. Es cierto que la cruz que se coloca en la declaración de Hacienda es el origen de los ingresos a cuenta que cada año benefician a la Iglesia. 2º. Estos ingresos anuales alcanzan el monto que los ciudadanos libremente deciden entregar a la Iglesia de su aportación a la Hacienda pública. Se produce así lo que se llama técnicamente en economía una minoración de gasto por decisión de los contribuyentes. No se trata del dinero de un impuesto religioso, ni tampoco de una partida presupuestaria. Se trata de un dinero que la Administración pública acepta que los contribuyentes destinen a la Iglesia, pero no sólo a la Iglesia Católica, sino que por acuerdos similares a los que la Iglesia Católica tiene con el Estado Español, también pueden ir a otras confesiones religiosas, cristianas o no.

No es difícil de entender, pero se sigue insistiendo en que se trata de una partida presupuestaria. Naturalmente que puede suprimirse este sistema pactado que ayuda a la Iglesia a su propia financiación, que en un futuro puede no necesitar esta ayuda. Hoy por hoy, esta ayuda que libremente deciden los contribuyentes, que no forma parte del presupuesto anual de la Administración pública, es importante para poder mantener la estructura organizativa de la Iglesia, a fin de que pueda realizar su misión.

Puede, naturalmente, obviarse el problema diciendo que las confesiones religiosas provean por sí mismas a su propia subsistencia, pero no se hace justicia a la verdad de los hechos sociales, porque son los contribuyentes católicos, y los no católicos o alejados de la Iglesia que simpatizan con sus fines, los que deciden que este sistema pactado siga y sirva para proveer a la Iglesia en la realización de su misión. Si ahora se suprimiera, se encontraría la Iglesia ante una dificultad real, al no poder la tanto la Iglesia como las confesiones que reciben la misma ayuda financiera ejercer la libertad religiosa que ampara la Constitución; ya que la situación de unas y otras Iglesias diocesanas es desigual en el territorio nacional, a pesar de la comunicación de bienes que se practica en la Iglesia. Sucede que unas diócesis se financian en un treinta por ciento y otras en un sesenta, sin necesidad de recurrir a la aportación de los contribuyentes a través de la declaración de Hacienda. No todo sale de esta declaración, sino sólo parte, y cubre necesidades diversas según la capacidad de financiación mediante recursos propios de cada diócesis.

No renuncio a referirme al hecho de que otras instancias sociales legítimas en una sociedad democrática sí reciben partidas del presupuesto público para financiarse, a fin de que los ciudadanos puedan ejercer los derechos fundamentales que consagra la Constitución. En nuestra herencia cultural se da una actitud negativa ante la religión a la cual no parecen renunciar ciertos segmentos de la sociedad, una actitud que procede de la crítica histórica de la religión y hoy no se adecúa a los tiempos. ¿No sería conveniente un cambio de esta actitud negativa? ¿No aportaría modernidad a la sociedad española la renuncia al bagaje de crítica «tradicional» de la religión ya fenecido en la historia de las ideas? Sin duda que sería así.

No se trata de aferrarse a un sistema que aporta unos subsidios necesarios a la Iglesia para que siga cumpliendo su misión. Se trata de cesar en el hostigamiento y, por el contrario, dialogar sobre la mejor forma de redistribuir en aras del bien común la aportación de todos al funcionamiento de una sociedad plural y diversa. La nuestra, aunque plural, mantiene unas constantes religiosas que dan razón y motivan la concepción de las cosas, porque así lo deciden quienes pueden hacerlo, es decir, los ciudadanos.

Porque así lo creen una importante mayoría de contribuyentes, me atrevo a pedir año tras año, ejercicio tras ejercicio administrativo, que marquen la cruz para que la práctica de la libertad religiosa siga siendo posible a los católicos y los demás creyentes. Porque es así, le digo un año más a los fieles católicos: participar en tu parroquia es hacer declaración de principios, porque sin ellos no podrías imprimir al testimonio público de la fe aquel marchamo creyente que tiene por troquel la parroquia, donde reciben los que practican aquella luz de la palabra de Dios que ilumina su existencia, y se insertan en la comunión que define su identidad como cristianos. Porque lo creo así y me asiste la legitimidad para expresarme de esta forma, les digo un año más a los fieles católicos que la Iglesia, la suya, de la que ellos forman parte, porque ellos son Iglesia Católica, que ayuden a llevar el peso de su sustento mediante el compromiso económico necesario.

16 de noviembre de 2014

Día de la Iglesia diocesana

+Adolfo González Montes

Obispo de Almería

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