Homilía exequial en el funeral de D. Antonio Rodríguez Carmona

LECTURAS: 2Cor 4,14 – 5,1; Salmo 18; Lc 24, 13-35

Querida familia de D. Antonio: hermana, cuñado y sobrinos. Sr. Vicario general, Sr. Deán y Cabildo de nuestra Catedral, hermanos sacerdotes y diáconos, un saludo especial a los que habéis venido de Guadix, Málaga y Granada, religiosas y religiosos, profesoras de la Facultad de Teología de Granada, padres claretianos (en cuya residencia ha vivido los últimos días), Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario, alumnos de D. Antonio, residentes y personal de nuestra casa sacerdotal de san Juan de Ávila, hermanas y hermanos todos.

Acabamos de escuchar a San Pablo en la segunda carta a los corintios: “No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo profundo, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno”. 2 Cor 4,18

Ante el cuerpo de nuestro querido D. Antonio, desde el cariño de tanta gente, un saludo del Arzobispo de Granada y del obispo de Guadix, que quieren, de alguna manera agradecida, estar presente entre nosotros, así como tantos sacerdotes y antiguos alumnos que han formado parte de la vida y la tarea de D. Antonio, algunos han llamado desde otras diócesis.

Fue en Granada el 12 de julio de 1933, donde nació y fue bautizado D. Antonio.  Sus padres, José y Concepción, lo educaron en la fe. Aunque un tiempo de su infancia vivió un pueblo de Sevilla, cada verano visitaba a su tío sacerdote Don Cecilio, entonces Párroco de Dalías, y sin perder su conexión con nuestra diócesis realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Almería, siendo ordenado Diácono el 21 de diciembre de 1957 por Mons. Alfonso Ródenas. Fue enviado a Roma, como alumno del Colegio Español de San José, en cuya Capilla fue ordenado Presbítero el 19 de marzo de 1958 por el Obispo Mons. Samoré.

Años más tarde completaría sus estudios: Doctor en Teología por la Facultad de Teología de Granada, Licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y Doctor en Filología Bíblica Trilingüe, por la Universidad Complutense.

Aunque en Granada residió muchos años, nunca perdió su vinculación con su diócesis de Almería. Desde 1960 ha sido ininterrumpidamente profesor de nuestro Seminario Diocesano, y Rector de los Seminarios Mayor y Menor. Así, sucedió al Padre Méndez en el rectorado del Seminario Menor de Almería de 1961 a 1969, y después sucedió a D. Isidoro Requena en el rectorado del Seminario Mayor, cuya comunidad residía entonces en Granada, de 1973 a 1983. Canónigo Lectoral del Cabildo Catedral de Almería desde 1980 hasta 2004, que pasó a emérito por edad. En 1988 fue designado Consultor de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.

Maestro, escritor, conferenciante, asiduo en las distintas Jornadas, Cursos, Talleres y Encuentros, ya fuesen formativos, pastorales o de espiritualidad. Seguidor de la espiritualidad de san Carlos de Foucauld, puso con humildad su sabiduría al servicio de la Palabra de Dios, buscando siempre que todos se alimentaran de ella. “Tú, Señor, salvas a la gente humilde y haces bajar los ojos a los orgullosos”, como hemos cantado en el salmo 18,27.

Estos últimos años volvió para quedarse en nuestra Casa Sacerdotal. Tan solo en unos pocos meses la enfermedad lo dejó impedido y regresó a Granada, para estar más cerca de su familia, hasta que el día 17 de enero de 2024 ha sido llamado a la presencia del Señor, tras cumplir 90 años de vida y 65 de ministerio sacerdotal, llegando a la meta quien como el salmista exclamaba: “Tu Palabra, Señor, es luz para mis pasos. Ya he sufrido bastante; dame de nuevo la vida tal como lo prometiste”. 119, 105-107

¿Cuántas veces ha aparecido la “Palabra de Dios” en este obituario de D. Antonio?

“Lo que se ve es transitorio, y lo que no se ve es eterno”.

Los discípulos de Emaús del Evangelio que hemos proclamado estaban cegados y decepcionados por lo que habían visto, la muerte del maestro. Pero Jesús, que seguía siendo el Buen Pastor, salió a la búsqueda de las ovejas perdidas. Como en todas las apariciones del Resucitado, que nos narran los Evangelios, releedlas de vez en cuando, sobre todo para afianzar nuestra esperanza en la Resurrección. En tan solo 19 meses, desde el 28 de junio de 2022 hasta hoy, he celebrado los funerales de 8 de nuestros sacerdotes. Y ante esta realidad resuena la Palabra de Dios: “¡Qué torpes y necios sois para comprender lo que dijeron los profetas! … Y se puso a explicarles todo lo que las Escrituras hablaban de él…” Lc 24, 25-27

He elegido este texto del Evangelio, pues fundamentalmente, D. Antonio, ha dedicado toda su vida a explicar las Escrituras, como Jesús en el camino de Emaús. En la Facultad de Teología de Cartuja fue profesor de Nuevo Testamento desde 1980 y Vicerrector académico en dos etapas de 1988 a 1993 y de 2000 a 2003. Miembro de la Asociación Bíblica Española, ha plasmado su paso en numerosas publicaciones, algunas editadas por la Comisión Episcopal para el Clero de la Conferencia Episcopal Española, para la formación de los sacerdotes. Y es que don Antonio estuvo siempre preocupado por la formación del clero, la elaboración de una buena homilía y de que todo el pueblo de Dios conociera la Palabra de Dios, gracias a los esfuerzos del Concilio Vaticano II.

Este relato catequético de Emaús, bien puede ser también nuestro sendero de fe, del encuentro con el Señor. San Lucas nos enseña, en este camino de ida y vuelta, a comprender nuestra vida en el seguimiento del Señor. Y los elementos que va desgranando son esenciales y no pueden faltar a la hora de cualquier tipo de discernimiento espiritual.  Dejemos acompañar y empapar nuestra vida por la explicación de las Escrituras, entremos a esa cena de intimidad que es la Eucaristía, volvamos –aunque sea de noche- por encima de todos los miedos, a la Iglesia reunida con María, en torno a Pedro, con los apóstoles y las mujeres seguidoras del Señor.  Y luego, pero solo, después de este proceso, “id por todo el mundo y predicar el Evangelio…” Mt 18,19

D. Antonio ya ha recorrido el camino, ya ha llegado a la meta. El día de Santo Tomás de Aquino, va a hacer dos años, después de una larga charla, de corazón a corazón, hablando de su vida y de la Biblia, D. Antonio, me regaló y dedicó, el que era entonces su último libro, “Les hablaba en parábolas”, donde dice: “Dios nos ha dado su Palabra que es creadora de vida nueva y es luz que ilumina el camino que nos lleva a Él por medio de Jesús. Es Palabra que debemos acoger con agradecimiento para crecer en la vida nueva de Hijos de Dios”.

Querido D. Antonio, “¿No es cierto que ardía nuestro corazón mientras nos hablaba y nos explicaba las escrituras por el camino?” Lc 24,32 Descanse en paz.

+ Antonio Gómez Cantero

 

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