Homilía en San Juan Evangelista en la celebración de la liturgia hispánica

Querida Comunidad convocada para celebrar esta Eucaristía de Rito Hispano Mozárabe, que quizás no se ha celebrado en 1200 años, en esta parroquia de San Juan, hecha mezquita en el siglo VIII, seguramente sobre una iglesia cristiana ya existente, como era la costumbre.
Esta mezquita es la que eligió Isabel la Católica para que fuese la catedral de la Ciudad de Almería y la puso san Juan, por la devoción de la reina a este santo. Pero el terremoto de 1522 que destruyó lo que ya se estaba edificando, cambiaron los planes y se llevó la catedral a la fortaleza, que permaneció en pie y que este año 2023 celebraremos la efeméride de los 500 años de la primera piedra.
El rito mozárabe o hispano visigótico es la liturgia de la Iglesia católica que se consolidó en la península ibérica, en el Reino visigodo de Toledo, y que fue practicada en los territorios hispánicos hasta el siglo XI, tanto en áreas bajo dominio cristiano como musulmán. Pedí al Arzobispo de Toledo, como custodio de la Liturgia Hispánica, el privilegio de celebrar todos los años este rito en la iglesia más antigua de nuestra ciudad, y se nos ha concedido, hoy el día de San Juan, y fiesta de esta parroquia.
Juan el Apóstol nació en Galilea, hermano de Santiago el Mayor, hijos de Zebedeo. Su madre podría ser Salomé. Su madre fue a pedir los mejores puestos para sus hijos cuando se instaurase el Reino: uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Desde la visión del reino temporal, que casi todos tenían, pidió para sus hijos el control del tesoro y del ejército. No era nadie pidiendo para sus hijos. Como todas las madres.
Tenía el oficio de pescador en el mar de Galilea, como otros apóstoles. «Seguidme y os haré pescador de hombres». Se le ha considerado el más joven del grupo de «los Doce». Probablemente vivía en Cafarnaúm, compañero de Pedro y Andrés, los otros dos hermanos del grupo. A Santiago y Juan, Jesús los apodó «boanerges», es decir «los hijos del trueno», ellos no se andaban con pamplinas: «¿por qué no mandas fuego del cielo y acabamos con to-dos los que nos han tratado mal?». Qué paciencia debió tener Jesús con ellos, como con nosotros, supongo.
Juan pertenecía al llamado «círculo íntimo o los preferidos» de Jesús, aquellos tres: Pedro, Santiago y Juan que les llevaba con Él en las ocasiones especia-les: en la resurrección de la hija de Jairo, en la trasfiguración y en el huerto de Getsemaní, donde Jesús se retiró a orar y dio el sí definitivo al Padre en aquellos momentos agónicos ante el horizonte de su pasión y de su muerte: «Hágase tu voluntad y no la mía». Ellos, los íntimos, que habían sido invitados a orar, dormían (como tantas veces nosotros).También fue testigo privilegiado de las apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el Mar de Tiberíades. Después del examen de amor que le hizo a Pedro, este le pregunta refiriéndose a Juan que les seguía «Señor, y éste ¿qué?». Pedro se preocupaba por él. Fue el que le acompañó al sepulcro, el domingo de resurrección.
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pentecostés encontró a Juan también en oración con María, los «Once» y las mujeres. Es curioso que se les cita a los apóstoles de esta manera: Pedro y Juan; Santiago y Andrés… se se-para a los hermanos. Juan acompañó a Pedro, tanto en la predicación inicial en el Templo de Jerusalén (donde, apresados, llegaron a comparecer ante el Gran Sanedrín por causa de Jesús), como en su viaje de predicación a Samaria. Desde el principio fue un referente, junto a Pedro, de la primera comunidad. La referencia que Pablo de Tarso, en su carta a los Gálatas, hace de Juan en el Concilio de Jerusalén, testifica la importancia de este Apóstol como pilar de la iglesia naciente.
Siempre se le identificó con el discípulo a quien Jesús amaba, que cuidó a María como se lo pidió desde la Cruz: «Hijo ahí tienes a tu madre» Algunos Santos Padres nos hablan de su destierro en Patmos durante el gobierno del emperador Domiciano, y una prolongada estancia en Éfeso, fundamento de la pujante «comunidad joánica». Allí se dice que murió a una edad muy avanza-da. El águila es el atributo más conocido de San Juan, símbolo de la «devora-dora pasión del espíritu». Pero, sobre todo, como dice un comentario rabínico, el águila es el único animal que puede mirar de frente al sol y no cegarse. El sol es Cristo, él es el águila, así lo atestigua en el comienzo de su primera carta (1 Juan 1,1-3a):
«(…) Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (…), lo que hemos visto y oído, eso es lo que os anunciamos…»
Comprenderéis ahora, después de esta vida al lado del Señor, como Juan hace honor a su nombre: en hebreo Yohanan, significa «el Señor es misericordioso».
Al final de la Eucaristía, para celebrar esta fiesta, la parroquia entregará a los asistentes un «panecillo» en memoria de esta restauración de la Misa Hispano Mozárabe y de la Última Cena, donde el joven Juan se reclinó en el pecho del Señor, lo más cerca de su corazón. Ojalá así también nosotros. ¡Ánimo y adelante!

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