Homilía en la Solemnidad del Corpus Christi

Querida comunidad, cuando uno se pone a escribir una homilía revuelve su memoria o busca laguna reflexión al respecto en algún libro de teología. Pero al final descubre que sus palabras no van a llegar al corazón. Dejadme que, ante la debilidad de este Cuerpo de Cristo en un endeble trozo de pan, me cuestione y nos cuestionemos sobre nuestra espiritualidad y nuestro ser cristianos, así como en las magníficas expresiones que la acompañan.

Sra. Alcaldesa, Autoridades civiles, militares, judiciales y académicas. Hermanas y hermanos de la vida consagrada, trabajadores y voluntarios de Cáritas en la diócesis y en cada una de nuestras parroquias. Presidente de la Agrupación de las Hermandades y Cofradías, hermanas y hermanos mayores de nuestras hermandades que mantenéis vivas las tradiciones de la fe y buscáis cada vez ser más auténticas  ¡Gracias!, asociaciones y movimientos del apostolado seglar, catequistas, queridos seminaristas, diáconos permanentes, servidores del altar, sacerdotes y párrocos, Sr. Deán y Cabildo de esta Iglesia Madre, nuestra Santa y Apostólica Catedral, en su Año Jubilar, Sr. Vicario General… y sobre todo, vosotros niñas y niños que habéis venido engalanados con el traje de vuestra primera comunión, para festejar el Cuerpo y la Sangre del Señor.

El sacerdote y amigo Juanma, me enviaba ayer un poema, como lo hace todos los domingos, que me ayudan a orar. Comienza así:

“Ya no nos envías a la ciudad / para preparar la Pascua, / sino que nos envías al corazón, /donde hoy, en especial, nos hablas / … / Y allí, nos sorprendes / con un pedazo de pan y un poco de vino. / Y ahora sí nos envías a la ciudad, / … / donde la humanidad / pueda encontrar esperanza, hallar y sentir fortaleza / y pañuelos del alma pura /para secar sus lágrimas.

Ahora contigo, nos envías a la ciudad. El pan es el signo. Y después el sacramento. En torno al mismo pan se reúnen las familias para comer, sobre todo cuando la comida era pan con algo más. En el pan está el trabajo de la humanidad, de la misma manera que en el vino. Hasta que el pan llega al altar y el poco de vino al cáliz, cuántas personas han tenido que trabajar: pensad antiguamente: los labradores, los segadores y vendimiadores, los molineros y los que pisan la uva, los panaderos y bodegueros y, sobre todo, que en el trascurrir de unos a otros hay un proceso, largo, lento de fermentación, de ocultación… como nuestra vida espiritual, nuestro seguimiento del Señor. A veces en el pan se estropea la masa y el vino se avinagra.

El Señor Jesús, tomo el signo del pan que alimenta a una familia y el signo del vino que alegra las penas del día a día, para quedarse entre nosotros. Esto tiene muchas repercusiones. Primero, que somos una familia alimentada en el mismo pan. Que compartimos nuestras penas y alegrías, que somos uno: a imagen de los granos de trigo de la espiga o de las uvas del racimo, que pierden su individualidad para mezclarse intimidante y formar un alimento. Solos no vamos a ninguna parte. Viviendo nuestra fe solos, seremos como los paganos. ¡Peros somos comunidad! Como el pan amasado con infinidad de granos: somos granos y uvas de Cristo. Nos perdemos para dar vida a los demás, para sustentarnos como un solo pan, como una sola copa de vino. Este alimento, hecho de muchos pocos, fragua la comunidad: ”Vino que nos provoca, Pan que nos convoca” (Pedro Casaldáliga).

San Ignacio de Antioquía, allá por el año 100, habla mucho de la Eucaristía como signo de unidad. En su carta a los cristianos de Filadelfia les dice y nos dice hoy: “Esforzaos por tener una sola Eucaristía; pues una es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno solo el cáliz para unirnos con su sangre, y un solo altar”. Y unos años antes a la comunidad de Éfeso les dice y nos dice: “Procurad, reuniros en mayor número para la Eucaristía de Dios y para sus alabanzas”. Esto me hace pensar sobre nuestra “utilización” de la Eucaristía. La Santa Misa es un acto comunitario, no para el servicio personal, por muy espiritual que sea. Eucaristía es Comunidad, Cuerpo de Cristo, igual que la Iglesia si permanece unida.

También cuando veo nuestras procesiones por los medios de difusión me pregunto: ¿Estas personas, que procesionan en el Corpus, al menos van los domingos a hacer comunidad y alimentare del Cuerpo de Cristo? Si no es así, ¿qué estamos haciendo mal? Y no miremos a los curas, sino a todos. Nos os parece que, también los que nos llamamos cristianos, nos queda mucha tarea y mucho camino de comprensión de lo que es la fe y de lo que somos Iglesia.

Si ahora, cuando este Cuerpo en debilidad de Cristo recorra algunas de nuestras calles, pidámosle coherencia de vida. Esperanza para los pobres y desvalidos. Sanación para todas nuestras lepras. Ternura para los que lo están pasando mal, por cualquier causa. Afecto para los niños. Paz del corazón para nosotros pecadores. Confusión para los soberbios. Desenmascaramiento para los que han hecho de su vida una farsa. Podremos, de una vez por todas, unirnos a él y seguirle por las calles, con aquellos buscadores de la verdad, con aquellos pobres y sencillos que no tenían, como él, donde reclinar su cabeza.

Ésta, querida comunidad, es una de las tareas de la Iglesia, es también tu misión de cristiano, expresada en CÁRITAS y tantas asociaciones cristianas, en beneficio de todos los necesitados, sean de la raza, creencia o nación que sean. Cáritas, en este día del Corpus, es la campana que despierta nuestro corazón dormido para que no vivamos encerrados en nosotros mismos y para que no hagamos de nuestra fe un salvoconducto personal. Si vivimos esta entrega, hemos comprendido la fiesta del Cuerpo de Cristo y la esencia de nuestro Dios. Hagámonos como Jesús, alimento de salvación para todos, partiéndonos y repartiéndonos, comenzando por los más necesitados. ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio, vuestro obispo

 

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