Homilía en la fiesta del Santísimo Cristo de la Luz, de Dalías

Querida Comunidad de la Ciudad de Dalías,

Hermanos sacerdotes, P. Predicador de la Novena, querido D. Raúl, párroco y rector de esta iglesia, Vida consagrada, Hermano Mayor de la Real y muy Ilustre Hermandad del Santísimo Cristo de la Luz ­Hermandad del Padre Rubio, y hermandades penitenciales, Coro del Cristo de la Luz, que nos inundáis de piedad con vuestras canciones.  Sr. Alcalde y corporación municipal, autoridades Locales, provinciales, autonómicas y nacionales, Alcaldes de la comarca,  Guardia Civil y Cuerpo de Bomberos , peregrinos y devotos todos. Especialmente los enfermos e impedidos

Saludo a todas las personas que nos seguís desde Canal Sur y a sus técnicos, que hacen posible esta retransmisión.

La historia de nuestro Cristo de la Luz está ligada, a la ciudad de Dalías, y al Cuerpo de bomberos que salvaron al Cristo del gran incendio de 1993. Esta romería es considerada una de las más importantes de Andalucía. Hay marcados Caminos de la Luz (como el tradicional Camino de Santiago) desde Almería, Madrid, Granada, Málaga o Sevilla por donde los peregrinos, durante días y días, llegan a los pies del Cristo. Impresiona ver, por los bordes de las carreteras y los senderos, a los peregrinos, muchos de ellos jóvenes, también abuelos con sus nietos, que en Cristo buscan la luz y la esperanza para sus vidas. Precisamente este año jubilar se nos invita a ser peregrinos de esperanza. En las páginas del Evangelio descubrimos a los que se acercaban al Señor para recobrar vida, para recobrar la luz de sus cegueras, para resolver sus problemas personales de sentido de la vida. Hermanos y hermanas, Cristo es nuestra esperanza. Miremos y escuchemos a Cristo.

Las palabras de Jesús, que hemos descubierto en las lecturas de hoy, casi siempre nos obligan a un replanteamiento total de la vida. Quien escucha sinceramente el Evangelio intuye que se le invita a comprender, de una manera radicalmente nueva, el sentido último de todo y la orientación decisiva de toda su conducta.

Es difícil permanecer indiferente a las enseñanzas de Jesús, al menos si uno sigue creyendo en la posibilidad de ser más humano. Porque, no nos engañemos, sólo desgranando el Evangelio en la tierra de nuestra vida, seremos radicalmente una persona nueva. Pues los grandes aciertos de la humanidad: la concordia, la justicia, la libertad, la entrega, el perdón y la paz, tan necesaria… ahondan sus raíces en el mismo Cristo.

Es difícil por tanto no sentir inquietud y hasta cierto malestar al escuchar palabras como las que hoy nos recuerda el texto evangélico: no podéis servir a Dios y al dinero. Y, sin embargo, se entiende perfectamente el pensamiento de Jesús. Es imposible ser fiel a un Dios que es padre de todos, y vivir al mismo tiempo, pendiente del dinero y del interés, como si yo fuera el único hijo y el resto de la humanidad esclavos de la casa, a mi servicio.

Sólo hay una manera de vivir como hijo de Dios, y es vivir realmente como hermano de los demás. Por eso el que vive sólo al servicio de sus bienes, dineros e intereses particulares, no puede preocuparse ni ocuparse de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios. “La vida – decía Séneca— a nadie se le da en propiedad, sino que todos somos administradores de ella”. Somos los administradores; por ello debemos hacer como el hombre sagaz de la parábola. Él no dejó las cosas para mañana, no se durmió en sus laureles, pues está en juego algo tan importante que no se puede confiar al azar.

Quizás hay algo que los cristianos olvidamos con excesiva facilidad. Ser cristiano exige cambiar radicalmente nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos completamente diferentes a los que nos ofrece la sociedad.

En concreto, el que toma en serio a Jesús, el único Señor, d la vida y de la historia, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente por encima de sus necesidades, sino que debe aprender a entregar sus bienes, y entregarse a sí mismo, a los hermanos más necesitados. En serio, pensad, ¡cuántas cosas nos sobran! La persona que viva dominada por el interés económico y el consumo de los últimos modelos [ya sean tecnológicos, de ropa, de joyas, de hábitat…] aunque tenga una vida piadosa y recta, le falta algo esencial para ser discípulo de Cristo: romper la servidumbre del poseer que le quita la libertad para escuchar y compartir… es más nunca será libre, porque dinero llama a dinero y las nuevas tecnologías tienen el poder de hacernos ansiar el último modelo del mercado.

No tenemos otra alternativa, y por otra parte no podemos engañarnos creyéndonos que somos pobres de espíritu, porque el verdadero pobre de espíritu es el que pone su corazón en Dios y todo lo demás, para él, es secundario. Por otra parte, tampoco podemos engañarnos creyendo que los ricos son los malos y son siempre los otros. La crisis económica mundial, la pobreza, el hambre y la desnutrición de los niños, el analfabetismo, la injusticia, y la apropiación por nuestra parte, de los recursos de los pobres, tiene que obligarnos a revisar nuestros presupuestos de vida, para ver si no debemos reducirlos y solidarizarnos, de una manera más concreta, con los que nada tienen. Sin duda sería un buen test para descubrir si servimos a Dios o a lo que pensamos que es nuestro dinero.

Hermanos, todo es de Dios, por lo tanto, hagamos como el gerente del Evangelio y repartamos aquello que administramos para poder tener amigos que nos defiendan ante lo más importante, el juicio de Dios: ¿cuándo te vimos, Señor, pobre y desvalido y no te atendimos? Cada vez que con estos más pequeños lo hicisteis, conmigo lo hicisteis. ¿Es que hay alguno que teniendo las preguntas del examen no lo prepara a conciencia? Sería de tontos. Pues el Señor nos ha adelantado las preguntas, del examen definitivo de nuestra existencia. ¡Ánimo y adelante! Miremos la Cristo de la luz, miremos su corazón derramado, el corazón sangra por donde ama, y aprendamos de él.

Dalías, 21 de septiembre de 2025

+ Antonio Gómez Cantero

Después de la Bendición añadió:

Os he dicho que lo más preocupante ahora es la Paz, esta bomba de racimo que se expande, junto al terrorismo, por cincuenta países. Esta tercera guerra mundial fragmentada, que nos decía el Papa Francisco. Pidamos PAZ, al Cristo de la Luz. Y la paz comienza recreándola en nuestros corazones, en nuestras vidas, entre nuestros vecinos y conocidos, entre los que son distintos o piensan distinto a nosotros. Creemos puentes de unión y urdimbres de diálogo, donde desaparezca la visceralidad, y busquemos el bien de todos, de los de dentro y de los de fuera.

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