Carta del Obispo de Almería, Mons. Adolfo González Montes, ante las campañas de la «Infancia Misionera» y «Manos Unidas».
Queridos diocesanos:
En estos días nuestra oración eleva al Señor de la Iglesia súplicas fervientes de todas las comunidades cristianas por la reconstrucción de la unidad visible de la Iglesia. En estas mismas fechas se nos echan encima dos importantes campañas sobre las que quiero llamar la atención, porque además ambas campañas pretenden logros reales y no meramente paliativos en la promoción de la infancia humillada y mantenida en una pobreza deshumanizadora. Cada año mueren en el mundo mueren 6 millones de niños menores de 5 años, y 180 millones menores de 10 años por falta de alimento. A ello hay que añadir, observa la campaña de la Infancia Misionera, que 130 millones de niños no van a la escuela y 4 quintas partes de la población mundial infantil no conocen el Evangelio ni han sido bautizados.
Para Mano Unidas se trata de poner el mayor empeño en conseguir hacer realidad el cuarto objetivo de los llamados «objetivos del milenio», que pretenden la reducción si no la definitiva superación en el mundo, que tiene en los niños y en las mujeres las víctimas más afectadas. Manos Unidas nos recuerda que “se nos están muriendo más de 10.000 niños cada hora”, la mayoría de ellos antes de haber alcanzado un me de vida, porque no hemos de olvidar que la vida de cada niño empieza nueve meses antes de su nacimiento a la luz de este mundo, y la vida y la salud de la madre, su nutrición y amparo social son determinantes del destino de vida y de muerte de cada niño que va a nacer.
Por eso en esta campaña de Manos Unidas pretende recordar que bastaría poner en práctica medidas básicas como el acceso al agua potable y la nutrición suficiente para que no muriera un niño cada 20 segundos por causa del agua infectada y el parto de una embarazada pudiera ser un acontecimiento feliz sin amenazas de muerte. Nutrición y salud de la mujer es condición de la vida del niño. Luchar contra el hambre y contra las enfermedades es una tarea que no puede conocer tregua, para evitar que el nacimiento de un ser humano prolongue la cadena de la muerte que ha hecho presa en su madre. No podemos cerrar los ojos al flagelo del sida, aunque se hayan conseguido algunos resultados en el intento de frenar su expansión, el África subsahariana sigue siendo la geografía más afectada por esta terrible pandemia, que es preciso frenar, como ha recordado Benedicto XVI, humanizando la vida sexual y regenerando la vida familiar, al tiempo que trabajando en la investigación médica y farmacológica para curar a los afectados, tarea de altruismo y amor sin límites que la Iglesia promueve y practica.
La campaña de la Infancia Misionera se centra este año particularmente en la situación de la infancia en Oceanía, demasiado olvidada para los antípodas del hemisferio Norte. Es una ocasión privilegiada la campaña anual que se le brinda a las parroquias y comunidades cristianas para reavivarlos sentimientos de solidaridad misionera que aliente la obra humanizadora que acompaña la misión cristiana y que la predicación del Evangelio desencadena. Esta campaña es momento para que las catequesis parroquiales den cabida a la información sobre el hambre y falta de salud e higiene que millones de niños padecen en las poblaciones indígenas de las islas del Pacífico, para que los niños del primer mundo se sientan hermanados y solidarios de los niños de Oceanía.
Si en las islas del Pacífico las tasas de contagio del sida son bajas, según la información de que disponemos, el aumento de la prostitución es generalizado en toda la región, el aumento de los embarazos de adolescentes, el consumo de alcohol y drogas y la violencia sexual ejercida contra los niños y las mujeres explican la corta vida de éstos. Millones de niños indígenas padecen las consecuencias del estado económico de las familias, carentes de medios para el sustento digno y la promoción y educación de sus hijos.
La acogida del Evangelio en estas poblaciones, abiertas a la predicación cristiana y a la acción misionera de las Iglesias dará frutos de futuro, si la solidaridad cristiana apoya la obra evangelizadora, con sus benéficos efectos nutricionales, sanitarios y educativos que las misiones están llevando a cabo con los niños de Oceanía.
+ Adolfo González Montes