Entrega del «Decreto de Patrocinio de San Isidro» sobre las comunidades parroquiales del municipio de El Ejido

Homilía del obispo de Almería, Mons. Adolfo González, en el V Domingo de Pascua

Lecturas bíblicas: Hech 6,1-7; Sal 32,1-2.4-5.18-19; 1 Pe 2,4-9; Jn14,1-12

Queridos hermanos sacerdotes;
Ilustrísimo Sr. Alcalde;
Respetadas Autoridades locales;
Queridos hermanos y hermanas:

Mi presencia hoy entre vosotros como pastor diocesano es para unirme mediante la celebración de esta misa dominical a las comunidades cristianas de El Ejido, para juntos, «con un solo corazón y una sola alma», dar gracias a Dios, que en su gran misericordia nos ha agraciado con el patrocinio de san Isidro Labrador, tan hondamente y desde hace tanto tiempo deseado por todas las poblaciones de este extenso municipio.

Hemos podido comprobar la antigüedad de la devoción al santo y el anhelado deseo del reconocimiento canónico de su patrocinio. A esto se añade el hecho socioeconómico de que el moderno desarrollo agrícola de este próspero municipio resulta de la aplicación al cultivo bajo invernadero de modernas técnicas agrícolas, lo que ha contribuido a afianzar la agricultura como medio fundamental de bienestar que alcanza no sólo a estas tierras del Poniente sino asimismo a otras comarcas de nuestra provincia. Ambos hechos son realidades a tener en cuenta para considerar fundada la súplica que se nos dirigía para que aprobáramos mediante decreto el patrocinio sobre todo el municipio de El Ejido del santo a quien el Papa san Juan XXIII declaró en 1960 patrono del campo español y que como tal es honrado y recibe culto de veneración en tantos lugares de nuestra geografía.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha confirmado nuestro decreto episcopal, que, como queda de manifiesto en el texto del decreto, no habíamos querido dar a la luz hasta que llegara de la Congregación la confirmación que el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la misma, otorgaba al Decreto episcopal de patrocinio el pasado día 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor. Una fecha que quedará en la mente de todos los diocesanos, porque, además de serlo por el misterio de salvación que en este día se celebra: la Encarnación del Hijo de Dios, título de nuestra Catedral y de un buen número de iglesias parroquiales de la diócesis, es fecha que ha quedado unida para siempre a la Beatificación de los Mártires de Almería del siglo XX, acontecida ese día.

Entre los mártires, hay un hijo de El Ejido, el sacerdote Gregorio Ricardo Martos Muñoz, nacido el 3 de abril de 1908 en Chilecito, un pueblo de la Argentina, de la provincia de la Rioja de este país hermano, al cual emigraron sus padres, naturales de Válor, a donde regresaron con él cuando tenía 10 años. Ingresó en el Seminario y recibió la ordenación sacerdotal, y era coadjutor regente de la parroquia del Ejido cuando fue martirizado el 19 de agosto de 1936. Espero poder entregar a esta iglesia parroquial unas reliquias del Beato, mezcladas con las de otros compañeros sacerdotes mártires de Válor, para que estas reliquias unidas a la reliquia de san Isidro, reciban la veneración de los fieles.

Este patrocinio de san Isidro y la sangre de los mártires tienen que ayudar a los cristianos de estas tierras, que son la mayoría de la población, a mantener firme el compromiso del testimonio claro y valeroso de la fe que han recibido desde los tiempos apostólicos. Que el patrocinio de san Isidro pueda unirse al de la Inmaculada Niña es una gracia que se os otorga en razón de la antigüedad del patrocinio real que san Isidro ha venido ostentando de hecho desde el siglo XVII sobre El Ejido. La reforma litúrgica realizada por el II Concilio del Vaticano ha establecido la norma de que, aunque en el pasado, se ha contado con un patrono principal y otro secundario, en adelante se tenga tan sólo un solo patrón. Sólo “peculiares razones” pueden aducirse para que se dé la excepción que ha de ser aprobada por la Sede Apostólica (SCCD, Instrucción De Patronis consuetudinis, 19 marzo 1973, n. 5). Estas razones propias son la raigambre histórica centenaria y la extensión a todas las poblaciones del municipio de la devoción a san Isidro, invocado como patrono por el pueblo fiel.

Hemos de agradecer esta gracia singular que se concede al municipio y, al mismo tiempo que damos gracias a Dios por ello, os pido que como fieles cristianos procuréis mantener el carácter religioso de este patrocinio centrando en la fiesta de san Isidro cuanto ha de rodear su memoria y su exaltación devocional. El decreto de la Congregación, respondiendo a nuestra súplica, ha accedido asimismo a trasladar como norma litúrgica para todas las comunidades parroquiales del municipio la celebración de la fiesta de san Isidro del día 16 a su fecha del 15 de mayo, ya que en toda la diócesis de Almería debe observarse la primacía de la solemnidad de San Indalecio como Patrono de la diócesis, habiéndose desplazado por ello al día 16 la memoria de san Isidro Labrador.

No sería, por tanto, aceptable que en razón de las fiestas de verano que se vienen celebrando en honor de san Isidro, se oscureciera la fiesta litúrgica del 15 de mayo. Por esto el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia dice que deben observarse en su día las fiestas en honor de los santos, porque actuar de otro modo «no sólo atenta contra la Liturgia y la piedad popular, sino que da lugar a una duplicidad que produce confusión y desorientación» (n. 230). Por todo ello, debe darse todo el esplendor litúrgico que la fiesta de san Isidro requiere como Patrono del municipio en su día litúrgico, siendo norma de la Iglesia que la novena del santo Patrón debería preceder a la de su fiesta litúrgica, como preparación a la misma el día 15 de mayo.

El Directorio observa que se ha de cuidar litúrgica y pastoralmente esta fiesta de los santos, porque desde el punto de vista religioso, «donde se ha vaciado del contenido específicamente cristiano que tenía en su origen —el honor dado a Cristo en uno de sus miembros— se convierte en una manifestación meramente social o folclórica y, en el mejor de los casos, en una ocasión propicia de encuentro y diálogo entre los miembros de una misma comunidad» (n. 233).

No debemos dejar de considerar que es el valor religioso de la fe el que inspira la vida de la Iglesia y que ya los Apóstoles en los primeros momentos se vieron desbordados por la organización asistencial de los necesitados, que, siendo la tarea de caridad más importante, no podía sin embargo desplazar la atención de los Apóstoles a la predicación y a la oración, porque de lo contrario la Iglesia dejaría de ser Iglesia. Esta es la razón por la cual los Apóstoles instituyeron a los diáconos como un ministerio auxiliar. La palabra de Dios es la que ha de inspirar la vida de la comunidad eclesial, y es la recepción de la palabra de Dios lo que de vedad consagra la vida de los fieles, que han venido por el bautismo a formar parte, como dice san Pedro, en «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a sa
lir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa» (1 Pe 2,9).

La vida cristiana lleva consigo ser, en ocasiones, piedra de contradicción y de tropiezo, como lo fue Cristo, «piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios» (1 Pe 2,4). Esta contradicción es la que lleva a los mártires al sacrificio de la propia vida en aras de la vida eterna. Es este sacrificio el que convierte la piedra angular en piedra de tropezar, ya que no siempre estamos dispuestos a entregar la vida para que en nosotros se cumpla la voluntad de Dios y el mundo se salve. En nuestros días todo lo queremos hacer funcional y útil, pero la salvación es gratuidad y su precio es de valor infinito, ya que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo.

Conocer a Cristo es amarlo, y amar a Cristo es guardar sus mandamientos siguiéndole por el camino que conduce al Padre y que es el mismo Jesús, «el camino, y la verdad, y la vida» (Jn 14,6), porque sólo se va al Padre por medio de Cristo, y en el rostro de Jesús podemos contemplar a Dios, al que nadie ha visto jamás y sólo el Hijo nos lo ha revelado (cf. Jn 1,8). Ver a Cristo es ver al Padre y por eso sólo el conocimiento de Cristo nos hace cristianos. Conocimiento que es bautismo en su nombre y configuración con su muerte y resurrección, muriendo en nosotros al pecado y renaciendo a la vida nueva que Dios nos ha ofrecido en Jesús. Se hace por eso necesario para el cristiano permanecer en Jesús, para poder hacer sus obras, del mismo modo que Jesús permanece en el Padre (cf. Jn 14,10).
Estos días de Pascua rememoramos nuestro bautismo y reafirmamos las promesas bautismales, por las cuales abandonábamos la vida mundana y nos convertíamos a Dios. Son promesa que otros hicieron por nosotros y que nosotros, que hemos crecido como cristianos, hemos hecho nuestras. Pidamos por intercesión de la Virgen Inmaculada y de san Isidro que las comunidades parroquiales que hemos puesto bajo su patrocinio acrecienten la fe que se debilita en nuestros días y permanezcan en Cristo, única garantía de permanecer en el camino que lleva a Dios. Los fieles cristianos estamos unidos en la comunión de los santos, en la que permanece la Iglesia glorificada del cielo, siempre presente a la Iglesia peregrina de la tierra. El Vaticano II puso de relieve esta enseñanza de la Iglesia: «Pues, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión de los santos nos une a Cristo, del que mana, como de Fuente y Cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios» (VATICANO II: Constitución Lumen gentium, n. 50).

Iglesia parroquial de San Isidro
El Ejido, 14 de mayo de 2017

+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería

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