En la apertura de curso del Centro de Estudios Eclesiásticos de Almería

Discurso de Mons. Adolfo González Montes, Obispo de Almería, en la apertura de curso del Centro de Estudios Eclesiásticos de Almería 2016-17.

 

Señor Director del Centro de Estudios Eclesiásticos;
Señor Rector y formadores del Seminario Conciliar de San Indalecio;
Queridos profesores y alumnos;
Señoras y señores:

Al intervenir para clausurar este acto académico quiero comenzar saludando de modo especial y con gran afecto a los profesores que van dejando su docencia por razones de jubilación, como el profesor D. José Ramos Santander, que lleva décadas apoyando con su docencia la labor intelectual y educativa del Seminario Conciliar de Almería. Saludo también a la Asociación de Antiguos Alumnos, algunos de los cuales se han querido hacer presentes en esta ocasión entre nosotros. Gracias de verdad por el apoyo es esta asociación a nuestro Seminario, en el que tantos seglares tuvieron la posibilidad de estudiar en años difíciles. Mi saludo asimismo cordial a la Profa. Dra. Doña Belén Saínz, Catedrática de Derecho de la Universidad de Almería, que ostenta la representación aquí del Rector Magnífico de la Universidad almeriense.
Permítanme ahora unas breves observaciones a propósito del curso académico 2016-2017que estamos inaugurando, justo cuando estamos a punto de clausurarse el Año Santo Extraordinario de la Misericordia. Con este Año Jubilar el Papa Francisco ha querido espolear la conciencia creyente de los fieles para que reconozcan que el amor de Dios se revela en el perdón y la misericordia divina, y acudan confiados al trono de la gracia y convertidos sientan renovar su vida. En estos años de estudio y preparación para el ejercicio del ministerio pastoral, que está al servicio de la reconciliación y la paz que viene de la cruz del Señor, la Sacramentología constituye un conjunto de materias determinantes de este ministerio, que es preciso que profesores y alumnos ahonden con dedicación para lograr una mejor comprensión del misterio de la gracia redentora y santificadora.
Hago mención de algo que debe ser obvio para todos porque precisamente el año próximo de 2017, que ya se acerca, traerá consigo el quinto centenario de la Reforma protestante. Estamos a cinco siglos de aquella fecha del 31 de octubre de 1517, cuando el monje agustino Martín Lutero dejó clavadas en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg las 95 tesis que estaba dispuesta a debatir con quien se atreviera a ello, siguiendo la costumbre universitaria de la época. Aunque algunos expertos dicen que no fue así, este hecho real o simbólico dio comienzo a la Reforma protestante que tan hondamente dividió la Iglesia de Occidente, cuando ya se había producido casi otros quinientos años atrás, en 1054 la escisión de la Iglesia universal separando el Oriente cristiano de la Iglesia latina y de la obediencia al Obispo de Roma y Sucesor de Pedro.
La Iglesia Católica no tiene, por esto mismo, nada que celebrar, pero no puede ignorar tan importante efemérides que Dios nos concede vivir para orar juntos católicos y luteranos, y mutuamente ayudarnos a lograr la deseada y permanente purificación de la Iglesia, la búsqueda sin descanso de la unidad visible de los cristianos, partiendo de lo que nos une, que es mucho más que lo que nos separa. Una unidad visible que no puede ser vista, ciertamente, como conquista nuestra. No será esta unidad visible de la Iglesia logro de nuestro esfuerzo, sino don de Dios, que hemos de recibir con acción de gracias y un corazón convertido a la acción de la gracia.
Es mucho lo que diálogo ecuménico ha logrado en estos cincuenta años transcurridos desde los primeros contactos contemporáneos entre las Confesiones cristianas, movidas por el Vaticano II. Así llegábamos al acuerdo de Augsburgo, cuando en el umbral del Tercer Milenio se produjo la deseada convergencia entre Luteranos y Católicos sobre la «doctrina de la justificación», que nos había separado durante quinientos años. Con la Declaración común de Augsburgo, firmada por las autoridades eclesiásticas de católicos y luteranos el 31 de octubre de 1999 sobre la justificación, se ha abierto un cauce de aproximación entre la Iglesia Católica y las Comunidades eclesiales de la Federación Luterana Mundial: un cauce que ha venido estimulando el acercamiento doctrinal estos últimos lustros.
Por ello quiero observar que el nuevo curso académico es ocasión propicia para que la comunidad académica del Seminario Conciliar se ocupe de la nueva visión que sobre los sacramentos como cauce de gracia y su comprensión a la luz del acuerdo decisivo de católicos y luteranos sobre la doctrina de la Justificación. En este sentido, creo que es irrenunciable un cultivo de la Teología de honda comprensión ecuménica, que afecta transversalmente a la docencia de todas las materias teológicas del curriculum académico de Teología, pero de manera propia a la Eclesiología y a la Sacramentología.
Asimismo, un bloque temático de especial atención en el nuevo curso será, sin duda alguna, el conjunto de temas que dimanan del magisterio pontificio del Papa Francisco sobre el misterio del amor humano y la Teología y Pastoral del matrimonio y de la familia. Se hace preciso prestar la debida atención a las enseñanzas del magisterio eclesiástico sobre la materia, teniendo ahora presente el largo proceso de las dos asambleas sinodales, con importantes reflexiones y debates que han precedido y llevado a la Exhortación apostólica postsinodal «Amoris laetitia», del pasado 19 de marzo de 2016, entregada a la Iglesia por el Papa Francisco. Con este fin, el Centro de Estudios Eclesiásticos programa las conferencias de la «Catedra de Teología de Santo Tomás», como acercamiento y explanación doctrinal y canónica de tan importante exhortación apostólica y de su alcance pastoral.
Núcleo asimismo importante de atención necesaria durante el desarrollo del nuevo curso que comienza es la Mariología. El Santo Padre, mediante la Penitenciaría Apostólica ha concedido a la Iglesia particular de Almería el «Año Jubilar del Saliente», con motivo de cumplirse los 300 años desde que se tallara la sagrada imagen de la Virgen Nuestra Señora de los Desamparados y del Buen Retiro. La Virgen del Saliente es objeto de devoción mariana bien amada por los fieles de nuestra Iglesia, y también de las tierras extra provinciales colindantes con la extensa y accidentada comarca almeriense del Almanzora, tan rica por su geología geología como por sus tradiciones culturales y religiosas. El Decreto Apostólico quiere que este nuevo Año Jubilar prolongue el Año Santo de la Misericordia y que los fieles lucren la Indulgencia Plenaria ahondando el mensaje de salvación de Cristo, cuyo núcleo es la misericordia divina.
La gratuidad de esta misericordia alcanza en María, figura del discípulo y de la comunidad eclesial, aquella expresión consumada que Dios nos ofrece como triunfo definitivo de la gracia. La mariología, inseparable de la cristología ayudará ampliamente a los candidatos al ministerio a una más ajustada comprensió
n de la acción gratuita de Dios en el corazón del hombre que ilumina la piedad popular.
No será menos importante prestar la atención debida a la versión española de la Editio tertia emmendata del Misal Romano, recién aparecido en español y tras largos de estudio y traducción. La Sagrada Liturgia, en efecto, requiere una atención particular en la Iglesia. La celebración de la santa Misa ha estado expuesta en ocasiones a la manipulación al servicio de ideologías que por su orientación a la transformación de las realidades económicas de la sociedad, incidían de forma espuria sobre la teología y praxis litúrgica de la Misa. Después de años con dificultades notables para regularizar la celebración de la Misa y de los demás sacramentos conforme a la mente del Concilio, la Liturgia requiere un fortalecimiento teorético y, al mismo tiempo, práctico en la formación intelectual y pastoral de los seminaristas.
Estas son algunas referencias que he creído oportuno recordar, con ánimo de que estas materias encuentren un desarrollo cada vez más ajustado a las necesidades de formación tanto de los seminaristas como de los sacerdotes, ya que la Formación permanente del Clero entra también en juego cada curso pastoral. Cosa que sucede gracias a la prolongación de la acción benéfica de esta «Academia Theologica», que es la formación continuada de los sacerdotes, en la más idónea preparación de los fieles que colaboran con el ministerio pastoral en la Iglesia, tal como desde 1988 quedó dicho por el Papa san Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Christifideles laici, y como así lo hemos recogido en los planes pastorales diocesanos.
Sólo me queda agradecer al profesorado el esfuerzo que realiza, pero animando al mismo tiempo a todo el cuerpo de profesores a servirse de los medios de que disponemos, que se concretan en la mejora de la ordenación del plan de estudios, de los fondos de la Biblioteca Diocesana y de las instalaciones. Estas últimas recibieron el pasado curso académico un importante adelanto con los nuevos espacios para los servicios de Biblioteca y publicaciones, y la nueva sala de profesores. El mejor ajuste el plan de estudios requiere siempre tiempo y forma, por eso debe ser respetado por todos, profesores y alumnos, sin que nadie esté autorizado a actuar a su margen. Es, además, deseo nuestro que el nuevo curso académico transcurra todo el dentro del marco trazado por Bolonia, pero sin maximalismos que la experiencia acredita como faltos de realismo; y en espera de que dicho plan académico encuentre su complemento adecuado en la nueva Ratio institutionis sacerdotalis que la se viene preparando en la Santa Sede estos últimos años y que parece está a punto de ser dada a conocer.
Animo asimismo a los seminaristas del Centro de Estudios Eclesiásticos a no cejar en el empeño, y a procurar poner de su parte dedicación ilusionada al estudio, sin el cual no es posible adquirir la formación intelectual y pastoral que requiere el ejercicio del ministerio sacerdotal para el que se preparan. Una dedicación que ha de ir acompasada al ritmo de la maduración humana y espiritual, a cuyo servicio está el Seminario. Está en juego el ministerio pastoral, a la altura del momento histórico y de la cultura de nuestra sociedad, que un día están llamados a desempeñar los seminaristas de hoy. Un ministerio pastoral al cual han de dedicar su vida los nuevos sacerdotes, en beneficio del pueblo fiel y de la nueva evangelización de la sociedad que vienen propugnando los últimos Papas.
Con estas metas y esperanzas inauguramos hoy el nuevo curso académico. Queda inaugurado el curso de 2016/2017.

Almería, a 10 de octubre de 2016

+Adolfo González Montes
Obispo de Almería
Presidente-Moderador
del Centro de Estudios Eclesiásticos

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