«Benedicto XVI en España»

Carta Pastoral del Obispo de Almería, Mons. Adolfo González Montes.

Queridos diocesanos:

El Papa viene a España en este año santo compostelano para postrarse ante la tumba del Apóstol Santiago, lugar que en palabras del mismo Benedicto XVI, por conservar los restos del Apóstol amigo del Señor, “se convirtió en objeto de gran veneración y todavía es meta de numerosas peregrinaciones, no sólo desde Europa, sino desde el mundo entero” (Audiencia del 12 de junio de 2006). El Papa viene a confirmar en la fe a un pueblo de hondas raíces cristianas como somos los españoles, en un momento de grave crisis social, cuando la beligerancia de la ideología agnóstica y laicista no sólo muestra su desacuerdo con la historia cristiana de España, sino que se halla empeñada en la promoción de una mentalidad y un estilo de vida no sólo alejada de la trayectoria cristiana del país, sino, también portadora de sesgos de intolerancia anticristiana.

No es un fenómeno español tan sólo, sino europeo y, en gran medida de alcance mundial, porque la actividad del laicismo parece haber arraigado entre las élites vanguardistas agnósticas de las sociedades más desarrolladas, que le ofrecen a esta ideología antirreligiosa y, particularmente, anticristiana la plataforma de expresión y expansión que representan algunos poderosos medios de comunicación.

La sociedad española, sin embargo, tiene mayoritariamente sentimientos cristianos y su adhesión a la Iglesia resulta del hecho constatable de que la mayoría abrumadora de los españoles es parte de la Iglesia misma. Pretender negar esta realidad histórica y sociológica, atestiguada por la estadística, es confundir el deseo con la realidad. Es comprensible y merecen respeto todas las visiones de la realidad que, sin concordar con la visión cristiana de la vida, tienen la legitimidad que le confiere la dignidad de las personas que las profesan, como enseña el Vaticano II. Lo que no parece aceptable es la intolerancia con la que algunos grupos y colectividades minoritarias histórica y socialmente en España pretenden imponer su visión de las cosas. No son concorde con la naturaleza abierta de una sociedad democrática tan violentas descalificaciones de la mayoría social cristiana por parte de algunos grupos y colectivos.

El cristianismo ha sido y es en la historia de la humanidad un factor determinante de humanización y defensa de la vida. No podría ser otra cosa sin traicionarse a sí mismo como religión del amor a Dios y al prójimo como síntesis de conducta, que se ha convertido en el motor histórico de una civilización del amor, superando los errores que marcan su trayectoria histórica y la intolerancia de las sociedades confesionales del pasado, que alcanzan trasversalmente a todas las religiones. Gracias al dinamismo evangélico que alienta en el cristianismo como obra sobrenatural y no sólo humana, los grandes principios cristianos se han convertido en motor del progreso social y han abierto la cultura a los derechos de la persona y a los valores que se compadecen con su dignidad.

Desde Santiago de Compostela, el Papa, acompañado de los obispos de España y de un buen número de cardenales y obispos de la Curia pontificia y de otras partes del mundo, ha querido de forma muy personal ser él mismo quien consagre la iglesia de la Sagrada Familia de Barcelona. Este templo, fruto de la iniciativa social del apostolado familiar promovido por San José Manyanet y la Asociación de Devotos de San José cobra una gran actualidad como expresión estética del genio modernista del Siervo de Dios, el arquitecto Antonio Gaudí, cuya causa de beatificación se halla en curso. El templo de la Sagrada Familia es un símbolo que recapitula, como obra colectiva aún en proceso de conclusión, la actualidad viva de la historia de incuestionables raíces cristianas de España y de Europa; y no sólo por su estética material, sino también por el valor de su título puesto bajo la advocación de la Sagrada Familia.

La familia de Nazaret, propuesta por el Evangelio como ámbito de la encarnación del Hijo de Dios y de su crecimiento en humanidad, aparece hoy ante la cultura de nuestro tiempo alejada del carácter ideal y humanizador de la familia como génesis y regazo de la vida humana y de su desarrollo; y de su protección contra ataques contrarios a la dignidad de la persona creada imagen y semejanza de Dios, llamada por él a la existencia y la participación plena de su vida.

El Papa propone la idea de la vida que nos ha sido revelada por Cristo, ¿cómo podría ser de otra manera? Los que somos cristianos acogemos su palabra porque viene a confirmar nuestra fe, conforme al mandato que Cristo dio a Pedro y a sus sucesores. La presencia del Santo Padre en España nos conforta y alienta, por eso nos encuentra de su parte y a su lado, porque nos preside en la caridad y en su persona y ministerio reconocemos la presencia de Cristo, el Buen Pastor de nuestras almas, al cual el Papa representa como Vicario suyo en la tierra. Desde nuestra Iglesia particular, que se asoma al Mediterráneo el mar común por el que nos llegó el Evangelio, nos unimos a su persona y le acompañamos en la peregrinación a la tumba de Santiago, nuestro Patrono, y con él nos sentimos espiritualmente unidos a la Iglesia hermana que peregrina en Barcelona y le acoge en el recinto sagrado del templo de la Sagrada Familia.

Con mi afecto y bendición. 

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

 

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