Carta del Obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales.
Queridos diocesanos:
La noticia de una Constitución Apostólica de Benedicto XVI, disponiendo algunas medidas de acogida de los anglicanos que han pedido ser recibidos en la Iglesia Católica, responde a la gran preocupación del Papa por la unidad cristiana como Pastor de la Iglesia universal.
Se trata de una decisión que hay que valorar por su verdadera intención y objetivo. No es el resultado de una estrategia católica de carácter proselitista, que pretendiera dividir la Comunión Anglicana y debilitar aún más su crítica situación interna. El proselitismo ha sido rechazado como método para la reconstrucción de la unidad visible de la Iglesia y, en sí mismo, un método equivocado y, en consecuencia, contrario al ecumenismo genuino. El diálogo ecuménico avanza hacia la unidad visible sólo respetando la fe de cada Iglesia, en búsqueda de la verdad plena de fe. El Vaticano II declara que la Iglesia una y santa que Cristo fundó “subsiste en la Iglesia Católica” en plenitud de medios de salvación, sin negar los elementos de eclesialidad de otras Iglesias y comunidades eclesiales.
La Constitución Apostólica que reglamentará la entrada de anglicanos en la Iglesia Católica creará “Ordinariados diocesanos” análogos a los Ordinariados militares, o tal vez los Vicariatos que el Código prevé “por razón del rito” para los católicos orientales, con el propósito de acoger a estos fieles sin que tengan que renunciar a la forma histórica de tradición espiritual, litúrgica y disciplinar del anglicanismo. Habrá que esperar a la Constitución anunciada.
Es importante destacar que la entrada de tantos anglicanos a la Iglesia Católica no hubiera sido posible sin la convergencia doctrinal lograda por el diálogo ecuménico entre católicos y anglicanos de los últimos cuarenta años. Lo reconoce explícitamente la Declaración del día 20 de octubre del Arzobispo católico de Westminster, Vincent G. Nichols, y el Arzobispo anglicano de Cantorbery, Rowan Williams. Estos anglicanos que llegan a la Iglesia Católica son en su mayoría anglocatólicos de la llamada “ala alta”, que forma parte del ordenamiento eclesiástico del anglicanismo junto con el “ala baja” o evangélica. Sin embargo, no han pedido la comunión católica por esta sola razón, sino porque, además de esto, vienen experimentando que la crisis dogmática y disciplinar del anglicanismo pone gravemente en peligro la común tradición de fe apostólica, que ha hecho posible la convergencia doctrinal lograda durante las últimas décadas gracias al diálogo ecuménico entre Roma y Cantorbery, oficialmente desarrollado por la Anglican Roman Catholic Commission (ARCIC) y la International Anglican Roman Catholic Commision (IARCCUM).
Estos anglicanos han experimentado en sus carnes el riesgo del cambio eclesial propiciado por el progresismo ideológico que afecta al anglicanismo, poniendo en peligro la estructura sacramental de la fe no menos que la moral y la disciplina eclesiástica. Un cambio, pues, que afecta al “acuerdo sustancial” logrado gracias al diálogo ecuménico, que hacía albergar a católicos y anglicanos la esperanza de avanzar con seguridad hacia la unidad visible de la Iglesia.
Con todo, los dos arzobispos mencionados reconocen, en su Declaración, que “la marcha oficial del diálogo entre católicos y anglicanos provee las bases para su continuidad y cooperación de ambas Iglesias”, porque hay voluntad de proseguir dialogando. Roma quiere salvaguardar los derechos de la conciencia personal, que no pueden supeditarse al ritmo y resultados del diálogo ecuménico, que Roma desea proseguir y estimular.
Con mi afecto y bendición.
X Adolfo González Montes
Obispo de Almería
Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales