
Durante estos días estoy terminando de leer una gran biografía sobre Benedicto XVI. En una de las entrevistas que queda reflejada en el volumen se preguntaba al gran teólogo sobre el rumbo moral de la sociedad, concretamente de la juventud. Sin duda, su respuesta, fue iluminadora. Para el Papa la sociedad no era inmoral o amoral, sino que, los focos de interés sobre la moralidad se habían desplazado hacia otros temas.
Lo que antes era clave para la vida, ahora nos puede parecer algo totalmente extraño. Temas como la salvación del alma, el respeto a la patria o la comunidad y la moral sexual han pasado a un discreto segundo plano. Mientras, otros temas como la ecología, la justicia social o derechos humanos que no podemos considerar básicos han ocupado su lugar. Nos preocupamos por encontrar nuestra verdadera identidad, sentirnos plenos o alcanzar éxito.
El bien sigue preocupando, aunque la respuesta no siempre sea cristiana. Cada época enfoca desde su perspectiva, también porque los problemas que este momento histórico nos depara no son los de hace tan solo medio siglo, los cambios en la sociedad se producen con mayor rapidez y la globalización nos hace considerar problemas ajenos a nuestra cultura.
Actualmente, dos corrientes, son determinantes para decidir sobre el bien o el mal. El relativismo que prioriza al individuo como fuente del bien haciendo depender la verdad de lo que cada uno elija. Y el hedonismo, donde el bien se confunde con la ausencia de dolor y la maximización del placer. Los efectos de este segundo se dejan notar en todos sitios: las redes sociales, la sociedad de consumo y la obsesión por obtener la felicidad inmediata.
Las personas se encuentran ante una variedad de valores entre los que pueden elegir y entre ellos tiene que estar la propuesta católica. Se trata de un reto que asumir. Presentar los problemas morales de la actualidad desde una lectura cristiana y ordenados hacia los temas irrenunciables. La dignidad de la persona y la inviolabilidad de la vida humana son aquellos asuntos irrenunciables sobre los que construir el resto de la moralidad.
Jesús Martín Gómez
Párroco de Vera