LUNES SANTO: «Silencio de Resurección», por José Antonio Díaz Alonso

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Desde que murió su madre, Sergio anda perdido, desmotivado, con esa mirada propia del que siente que es incapaz de atisbar lo que esconde el horizonte a tan sólo unos metros. Me pide que le recomiende un sitio donde pasar una semana de descanso, en clave de retiro. Nada organizado, sólo quiere desconectar. Sergio se siente mal y quiere poner medios para revertir ese sentimiento de vacío, algo, por otro lado, muy connatural a la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Cuanto más se expulsa a Dios de la vida más queda estar dependiente de encontrar un sentido en aquello que no está capacitado para dárnoslo. Le recomiendo un monasterio en la provincia de Córdoba. Si busca soledad, allí la va a encontrar. Si necesita hablar, allí será escuchado.

A su vuelta, entre otras cosas me comenta una anécdota de esos días.  Se unió al pequeño grupo de huéspedes un chico que llegó sobre el mediodía, el mismo que, a la mañana siguiente, encontró tras el desayuno despidiéndose. ¿Ya te vas? preguntó Sergio. Sí, el silencio aquí es insoportable, le respondió.

-Byung-Chul Han nos ilustra en su último libro, “Vida contemplativa”, que en los tiempos actuales parar nos está prohibido, no sólo porque no es productivo sino porque, además, no está legitimado socialmente. El sistema nos hace obsesionarnos con la necesidad de estar produciendo de forma continua. Como si fuéramos una gran fábrica que nunca para o descansa. Es el no parar de estar activos, aunque sea consumiendo videos de animales en Tik Tok.

Sí, el silencio da miedo. Nos conduce a mirarnos por dentro y tocar la verdad de lo que somos, lo bueno que nos habita, pero también nuestras miserias, esas que tantas veces ocultamos a los demás pero que es imposible ocultárnoslas a nosotros mismos. Duele descubrir que ese también soy yo. La buena noticia es que ese yo que no me gusta, que tanto sufrimiento me alcanza es amado igualmente por Dios. El silencio es sanador, pero como todo proceso de purificación, duele. Para abrazar lo nuevo y dejar atrás lo viejo, nada más saludable que una cura intermitente de silencio, de silencio interior que nos enfrenta a nuestros demonios, que nos activa para esa inactividad tan herética en estos tiempos y nos prepara para la escucha de una Palabra que resucita muertos.

Nuestro modelo y maestro de silencio es siempre Jesús. Toda su vida estuvo marcada por el silencio, un silencio redentor que ha dotado de un sentido nuevo a la existencia. El misterio de la Encarnación, el acontecimiento más trascendente de la historia acontece en un gran silencio.

En su preparación más inmediata para su ministerio se adentró en el silencio del desierto. En su vida pública se apartaba constantemente a lugares solitarios para encontrar el silencio en el que le hablaba la voluntad del Padre. Jesús murió también en silencio, dentro del silencio de Dios y dentro de la incomprensión del mundo. La respuesta de Dios que rompe el silencio es la resurrección, la resurrección de Jesús y la resurrección perenne de la bondad y el amor dentro de la vida.

Sí, Jesús es nuestro modelo y nuestro maestro que nos enseña el valor fundamental del silencio para escuchar con más nitidez a Dios y asombrarnos descubriendo que somos amados en nuestra pobreza.

Parar, adentrarse sin disimulo en el silencio, dedicar espacio en lo cotidiano, en el momento que más nos favorezca, para escuchar a Alguien distinto de nosotros mismos pero que nos habita, puede que sea la experiencia que más urge recuperar en el hoy, para que esta Semana Santa y la de todos los días, renueve y remueva nuestra conciencia, nos cambie la vida y nos permita vivir estos días santos más allá del paisaje de lo vacacional, el rito, las mechas y las manchas de cera, las marchas procesionales y el potaje de bacalao en el que somos tentados a reducir el misterio de nuestra fe que hemos de contemplar y transmitir. Sergio sintetizó su semana aislado del mundo en sólo tres palabras: silencio de resurrección

José Antonio Díaz Alonso, Párroco de Vícar

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