Podía haber elegido una expresión más culta. Algo así como “crisis de madurez” o “consciencia de la propia vulnerabilidad”, pero a mí me gusta y me parece más visual: “Ya le he dado la vuelta al Jamón”. Me refiero a esa sensación (que empezamos a tener los que vamos peinando canas) de que ya nos hemos comido la mitad de la vida y que solo falta otra mitad para el “final”.
Hay gente que lo vive como una angustia, como una losa encima (también yo a veces), pero hoy me gustaría contaros todo lo que estoy aprendiendo o me propongo aprender ahora que ya le he dado la vuelta al “jamón de mi vida”.
No cabe duda de que la primera sensación que tengo en esta nueva etapa es que el espejo esta TRUCADO. Soy incapaz de identificarme con la imagen que me devuelve, con la persona a la que veo, sin embargo, me gustaría tomarme con filosofía y esperanza eso de envejecer. Veo ventajas: se acabaron los miedos de aquel niño que fui, las incertidumbres del inquieto joven, las tristezas de la crisis de los 40 y, por fin, ahora disfruto de una cierta paz. Tengo cada vez más claro que el mejor estado de ánimo no es la felicidad, sino la tranquilidad.
La segunda intuición: nos urge DEJAR DE APLAZAR LAS COSAS. Tengo que ponerme a la tarea de ser feliz ya. Porque vivir una vida lo más plena posible es nuestra única responsabilidad. Y, amigos, por muy negras que sean las circunstancias (o más obstáculos mentales pongamos), hay un margen de maniobra. Ser un poco más feliz es una cuestión de cambiar de actitud y beberse la vida a tragos. Todavía tenemos un buen tiempo para amar más (y mejor) y dejarnos acariciar por la vida.
También constato la experiencia del DESENGAÑO. En mi vida puse demasiada confianza en seguridades pasajeras. Confié en la felicidad que iban a proporcionarme mis estudios, mi puesto de trabajo, las causas por las que me desgañité, las posesiones que compré…, pero, poco a poco, he ido viendo claro que todos esos “logros” se han tornado vanidades. Ni aquel título era tan importante, ni aquel destino me hizo tan feliz, ni aquella persona tan maravillosa cambió la vida… Todo ha sido más sencillo. He intentado aportar algo, he dado muchos bandazos, he procurado amar a algunas personas, y ha sido “Aquel quien me sostiene” quien ha hecho el resto.
Para el final dejo lo más importante: la experiencia del DESPOJO. La vida me está enseñando a ir desprendiéndome de falsas seguridades y a ir descubriendo que solo hay UNO QUE NO FALLA. Me soltaré, Señor y así, tal como estoy, con arrugas en los ojos y heridas en el alma voy a comerme con un vaso de vino, unos buenos compañeros de camino y Tu Compañía la otra mitad del jamón (que suele ser la mejor).
Ramón Bogas Crespo
Director de comunicación del obispado de Almería