Entra en la mazmorra de tu alma. Conforme vayas avanzando, verás que en las celdas se encuentran encadenadas todas las personas a las que no puedes perdonar, a las que guardas un gran rencor o a los que deseas algún mal. Puede estar aquel jefe que te hizo tanto la puñeta, o un antiguo amor que te hirió casi de muerte, o en algunos casos más serios, tu padre o tu madre. Eso sí, que no te quepa la menor duda de que tú estás en la mazmorra de otros.
Es el enemigo, la espiral del odio. Ojo por ojo, insulto por insulto, agravio por agravio… y así se va llenando nuestro equipaje de ultrajes y rencor. La cadena sigue porque estamos convencidos de que esos prisioneros no han recibido suficiente castigo por el daño que nos hicieron.
Ahora mira las energías gastadas en tanto rencor, el tipo de emociones que ha generado en el interior de tu alma, el esfuerzo que suscita tanto preso en la mazmorra. Y lo peor de todo es que ellos están tan felices. Hacen su vida, siguen amando y divirtiéndose allá donde estén, mientras tú tienes que gastar la mitad de tu vida en estar odiando. La ira te está matando a ti en lugar de a ellos. Si estás esperando que ellos reconozcan que te hicieron daño, quédate sentado esperando. Caben muchas posibilidades de que eso no ocurra nunca.
El Maestro, en el Sermón de la Montaña, nos dice: “Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen” (Mt 5, 43-45). Es una forma de decir BASTA. Solo se parará la espiral de violencia, si alguien la frena. Y el primero fue Él mismo. Se negó a responder al mal con mal, al odio con odio. Y nos pide a sus seguidores que sirvamos de dique de contención de esas arrolladoras aguas que nos llevan al odio entre hermanos.
Así que ahora te propongo la aventura espiritual que supone salir de esa rueda del rencor para poder transitar por los caminos de la reconciliación y el perdón. Será un ejercicio difícil, pero sanador. Y para ello, necesitamos de su Gracia y de esta sencilla oración: Señor, con corazón humilde y de discípulo te pido bajarme de la espiral del odio, del bucle que genera la venganza. Me siento con derecho a estar furioso, aunque la ira me está matando a mí, no a ellos. Enséñame, como tú lo hiciste por los caminos de Galilea, a caminar por la senda de la concordia para así poder soñar en un día en el que haya vaciado mi mazmorra entera.
Así que ayúdame a perdonar, a una persona cada vez, empezando por…
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería
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