La jornada festiva de la Beatificación

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

El sábado 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, el día amanecía soleado y matizado por una brisa fresca que creaba el clima necesario para la concentración de tantos miles de fieles y el mejor desarrollo de la Misa de Beatificación. El Palacio de Exposiciones y Congresos se había abierto a las 8,00 h. de la mañana, y cuando a las 10,20 h. llegaba al Palacio el autobús con los obispos desde el Seminario-Casa de Espiritualidad «Reina y Señora» de Aguadulce, ya estaba lleno de fieles el aforo del recinto ferial en más de los dos tercios de su capacidad.

Los grupos parroquiales seguían accediendo al recinto y pasando los controles que la Seguridad había establecido.El recinto estuvo en todo momento vigilado y las intervenciones de la Seguridad fueron las necesarias, hechas con la profesionalidad que caracteriza a los cuerpos de Seguridad y que es preciso agradecer.

La población gitana había acudido a la beatificación de Emilia Fernández Rodríguez, “La Canastera de Tíjola”, mártir del Rosario. Su caso ha dado la vuelta al mundo, un ejemplo vivo de la universalidad de la fe y del martirio, un estímulo para una sociedad sin exclusiones. Llegaron a Aguadulce grupos gitanos de toda España, coordinados por el Departamento de Pastoral gitana de la Comisión Episcopal de Pastoral, otros por cuenta propia y las comunidades cristianas de etnia gitana de Almería, sobre todo de Vera y Cuevas, además de las comunidades parroquiales de «Los Almendricos» y «La Chanca», barriadas de capital con población gitana numerosa. En Vera, el Obispo ha bendecido recientemente en 2016 la iglesia menor de Santa María de los Pueblos, consagrando un hermoso altar; y en 2017 la iglesia-ermita de San Antón, de fábrica de gran factura. Dos iglesias reconstruidas, filiales de la parroquia de la Encarnación mayoritariamente comunidades de población gitana.

A la hora prevista, las 11,00 de la mañana salía la procesión litúrgica propiamente tal, antes habían sido acomodados los cerca de 200 sacerdotes concelebrantes, que se sumaron a los 23 obispos, entre ellos el Nuncio Apostólico, Mons. Renzo Fratini, y los cardenales españoles Don Ricardo Blázquez y Fray Carlos Amigo, y el Cardenal Angelo Amato, Legado del Papa Francisco para la Beatificación. Ya es conocida la referencia a la Beatificación de los 115 mártires de Almería que hacía del Santo Padre Francisco, después del rezo del Ángelus del pasado día 26, domingo IV de Cuaresma. Habló de los mártires como «testigos heroicos de Cristo y de su evangelio de paz y de reconciliación fraterna». Es una cita literal de la Carta Apostólica por la cual declara beatos a los 115 mártires del siglo XX en Almería.

La música sacra en la Beatificación

Si en el canto de las Vísperas de la Anunciación había intervenido la Escolanía «San Agustín» de Almería, dirigida por Joaquín Sánchez Solvas, interpretando las antífonas compuestas por Miguel Ángel Parrón, organista de la Catedral, la misa de la solemnidad contó con un repertorio musical que protagonizaron la Orquesta y Coro «Musicalma», de Linares (Jaén), dirigidos por José Gregorio Trujillo Paredes; y la Escolanía de la Santa Iglesia Catedral de Jaén y Asociación “Cantarina” también de Jaén, dirigidas por Cristina García de la Torre.

Composiciones para la entrada de R. V. Williams y E. Elgar; Kyrie, Gloria y Sanctus de la misa de la JMJ, y el Agnus Dei de la directora Cristina García de la Torre. Cuando la plegaria eucarística llegaba a su culmen, la doxología fue cerrada con el “The Lord less you and keep you” de J. Rutter, interpretada el Coro de Linares.

La actuación musical de las 115 voces corales tuvo su complemento litúrgico en las aclamaciones del pueblo propias del ordinario de la Misa y el canto del Credo de la misa «de Angelis». Acompañaron la recepción de la sagrada Comunión composiciones clásicas de J. S. Bach (“Jesus bleibet meine Freude”), Sarah Flower Adams (“Cerca de ti, Señor), M. Frisina (“Anima Christi”) y W. A. Mozart (“Ave verum”). Resonaron con fuerza el “Himno de los Mártires”, mientras sus reliquias avanzaban procesionalmente hacia el presbiterio. Compuesto por el sacerdote Mons. Bernardo Ávila Ortega, se había estrenado en la velada de recepción del día 24. El colofón final fue el Himno “Sobre las olas” de la Patrona de Almería, cantando por los fieles con devoción.

Las secuencias de la Misa de Beatificación

Tanto los textos propios de la liturgia como las composiciones musicales siguieron el ritmo y las secuencias rituales de la santa Misa. Después del canto del Kyrie tenía lugar el rito de la Beatificación. El Obispo de Almería elevaba la Súplica ante el Legado pontificio para que el Santo Padre Francisco ordenara inscribir en el libro de los beatos a los Siervos de Dios José Álvarez-Benavides y de la Torre y 114 compañeros mártires, como había quedado acreditado en el desarrollo y conclusiones de la Causa seguida primero en la fase diocesana y después en la Congregación para las Causas de los Santos, una vez elaborada la Positio y cubiertas las etapas marcadas por la norma, una vez superado el examen de los teólogos y concluido con éxito el congreso de cardenales.

En la Súplica el Obispo almeriense dio cuenta del número de los grupos que componían los 115 mártires: 13 sacerdotes nacidos en la provincia de Granada pertenecían al clero de la archidiócesis, pero con oficio pastoral en la provincia de Almería, y 6 de ellos al clero de Guadix. Todos ellos desempeñaban su ministerio al lado de otros sacerdotes nacidos en la provincia de Almería, pero pertenecientes también a las diócesis de Granada y Guadix; y junto con ellos, en el mismo territorio provincial, servían las comunidades cristianas los 62 sacerdotes de la diócesis de Almería propiamente tales.

También había otros sacerdotes que habían llegado a la diócesis trasladados a la diócesis de Almería en razón de ciertos oficios eclesiásticos, como el religioso franciscano, granadino, pero destinado por sus superiores a la comunidad conventual de Almería, que él mismo regía. También era este el caso los dos formadores del Seminario martirizados, uno de Salamanca y el otro de Tortosa, y algunos oficios capitulares de la Catedral. Que hubiera sacerdotes de otras diócesis en la provincia de Almería respondía, por tanto, a la extensión territorial en esta provincia de porciones significativas de las diócesis de Granada y Guadix, pero también de la diócesis de Cartagena. Todo ello explica asimismo que, de los 95 sacerdotes martirizados incluidos en la Causa, 2 fueran de la diócesis de Cartagena, 2 de la diócesis de Jaén, 2 de la diócesis de Málaga, y uno respectivamente de las diócesis de Burgos, Cuenca, Oviedo, Palencia, Salamanca y Tortosa, sin que faltara uno nacido en la provincia argentina de la Rioja, de la arquidiócesis de Córdoba de la nación hermana.

El Obispo se refirió a los 20 laicos sacrificados por la fe en Cristo, procedentes de la Adoración Nocturna, las Conferencias de San Vicente de Paúl, la Asociación Católica de Propagandistas y la Acción Católica. De estos laicos, 18 varones y 2 mujeres, una de ellas la antes mencionada de etnia gitana.

El Obispo concluía la Súplica: «Este mosaico territorial abraza y hermana en la sangre de los mártires las tierras de España, en cuyos surcos fueron sembrados, identificados con Cristo en su muerte, esperando resucitar con él a la vida eterna».

La respuesta del Cardenal Legado fue la lectura de la Carta Apostólica («Litterae Apostolicae») del Papa Francisco dirigida al Obispo de Almería en la que ordena que, en adelante, esto presbíteros y fieles cristianos laicos, mártires, sean tengan el nombre de Beatos y puedan celebrarse cada año el día seis de noviembre. Tras la lectura de la Carta Apostólica el recinto tronaba de gozo, mientras los fieles aplaudían.

El Obispo de Almería volvía a tomar la palabra para agradecer al Papa la Beatificación de los mártires. Esta vez lo acompañaban el Postulador de la Causa, el sacerdote operario D. Santiago Luis de Vega, y el Delegado episcopal para la Causa de los Santos, D. José Juan Alarcón Ruiz. A continuación, se organizaba la procesión con las reliquias de algunos de estos mártires, colocadas en un bello relicario barroco de madera dorada y policromada de hermosa factura; mientras sonaba el “Himno de los Mártires” mencionado más arriba . Colocado sobre unas andas de madera del mismo estilo, portadas por cuatro presbíteros, escoltados por dos filas de fieles, religiosas y laicos, de las parroquias de los mártires llevando frescas palmas en sus manos, el más tradicional signo del triunfo de los mártires, y las velas que alumbraban las reliquias, que recibían el primer tributo de culto cristiano a los mártires, siendo incensadas por el Cardenal Legado.

Terminado el rito de la Beatificación, comenzaba la liturgia eucarística, en la que se recitaría el Canon Romano o primera plegaria eucarística del Misal. A la derecha del Cardenal Legado, se colocaba Mons. González Montes, Obispo de Almería, como primer concelebrante, ya que la Misa se celebra en su diócesis, y como se sigue de la eclesiología, que se hace particularmente visible en los llamados dípticos de la Misa, en el memento de los vivos aparece el nombre del Obispo del lugar de la Misa junto al del Papa; y a la izquierda, del Cardenal Legado, Mons. Martínez Fernández, el Arzobispo metropolitano de la provincia eclesiástica. Ambos tenían un asiento propio a ambos lados del representante del Papa.

Al comenzar el ofertorio se habían distribuido cincuenta copones a los sacerdotes concelebrantes, para que los sostuvieran durante la plegaria eucarística y así los presentaran para ser consagrados. Al llegar la distribución de la sagrada Comunión el voluntariado había dispuesto otros tantos paraguas de blanco y amarillo, colores vaticanos, para hacer visible entre la multitud el lugar donde se hallaban los sacerdotes y diáconos distribuyendo la Eucaristía. No faltaron tampoco sacerdotes que durante la Beatificación ofrecieron a los fieles la posibilidad de confesarse y así disponerse a la plena reconciliación y comunión eclesial.

Terminada la acción eucarística, el Obispo de Almería tomaba la palabra para agradecer el hecho de gracia de la Beatificación y al mismo tiempo mostrar hondo agradecimiento a cuantos lo han hecho posible, en un recorrido de largos años que se ven ahora coronados por gracia tan generosa, de la que se esperan frutos abundantes, que el Obispo almeriense confiaba a la intercesión de la Virgen y de san José, a la que se asociación los mártires nuevos Beatos.

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