IMPOTENTE

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Antes de nada, mucho me temo que con este polémico título seguro conseguiré algún clic más en el artículo de la semana. Pero no, no hablaré de la “impotencia” que estáis pensado (que ganas me dan porque hay mucha tela que cortar), sino de esa sensación que, a veces, tenemos de que no sabemos todo, de que no podemos con todo, de que no llegamos a todo. Y, paradójicamente, a pesar de ser “impotentes”, no pedimos ayuda ni arrastrados (como se dice en mi pueblo).

Cuando cada tarde llamo a mi madre y le pregunto si necesita algo, salta como un resorte automático: NADA, ¡QUÉ VOY A NECESITAR! Seguramente, no es que no la necesite, sino que no ha sido educada para pedir ayuda. Y esa reacción viene de algo atávico, en el que pedir ayuda se interpreta como debilidad. Pedir auxilio en estos tiempos en los que se premia la autonomía y el “todo lo que te propongas puedes hacerlo” huele a fracaso e inseguridad. Pero, amigos, siento deciros que cuando el viento está a favor, uno siente que puede con todo. Pero, de repente, con un simple tropiezo o una mala racha te das cuenta de lo frágil y necesitado que eres.

Y no creo que haya que llegar hasta el límite de tus fuerzas para levantar la banderita de SOS. Porque no reconocerlo a tiempo puede rompernos y causar desequilibrios emocionales difíciles de curar. Pedir apoyo, cariño, acogida o amor es reconocer que la vida es tarea de todos, que las faenas son más bonitas compartidas, que el camino se hace más liviano si sientes que a tu lado hay tanta gente “bonica” que te hacen las cuestas más llevaderas.

El otro día contemplábamos a los apóstoles sin pescar nada en toda la noche. Ya de vuelta se encontraron con Jesús que les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces”. Y a mí me evocó a todas esas personas (esos “ángeles” de Dios) que se suben en tu vida para hacerla más fácil, más hermosa, más alegre. Porque NECESITO LA AYUDA DE LOS OTROS, porque en soledad la vida se me hace muy difícil, porque valgo poco y lo poco que valgo es en compañía de los otros.

Acabo con una frase de esas de poner con un imán en el frigorífico: “No quiero ser más QUE los demás, sino más CON los demás”. Y de eso va el artículo de hoy. Soy impotente, si no estás conmigo, si no cuento contigo. Pero seré capaz de hacer cosas “imposibles” si el Jefe y tú, compañero del alma, os subís en mi barca.

Ramón Bogas Crespo

Director de comunicación del obispado de Almería.

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