Religiosa del Instituto Catequista Dolores Sopeña de Vélez Rubio.
Precisamente, en esta población del norte de Almería, ejerció su labor durante cincuenta años, además de celebrar con los vecinos de la localidad sus bodas de diamante como consagrada a Dios.
Natural de Valencia, ingresó en la institución religiosa a los 20 años. Quienes la conocieron, destacan de ella su vida contemplativa en la acción, preocupándose de las personas a través de un servicio sencillo, entregado y esperanzador.
Su interés por cada persona, a tantas como ayudó y el cariño que ponía en todo que hacía y decía, se vio reflejado en la multitudinaria asistencia a la Misa de exequias que se celebró en la parroquia de La Encarnación, por el eterno descanso de su alma, envuelto en un silencio absoluto.
Humildad y bondad son los apelativos que la describen, cuando sus hermanas consagradas la recuerdan en el trabajo de la cocina, buscando al Dios de la vida. Ya de mayor se encargó de la visita a los enfermos para llevarles la sagrada comunión, además de alimentarles con su compañía en los momentos de soledad.
Sentía, con todo, una predilección especial por el cuidado espiritual de los sacerdotes y los seminaristas de la parroquia. Seguía sus vidas con interés, desde la oración y el diálogo continuado. Y ya, en el último tramo de su vida, cuando la enfermedad había deteriorado bastante su salud, la visita de los sacerdotes suponía un estímulo para ella, con el que sacar fuerzas de flaqueza a pesar de la limitación que le imponía su estado.
La superiora del Instituto Catequista Dolores Sopeña afirma que “nos deja un vacío grande. Pero ya en el cielo gozará del Señor y la Virgen, sin faltar Dolores Sopeña y tantas personas a las que ayudó”. Descanse en paz, quien a Dios entregó su vida con tanta generosidad.
