La pieza de mármol para celebrar la Eucaristía es una obra de Manuel Sabiote Fernández, natural de Macael.
El rito de la dedicación de iglesias y de altares es una de las más solemnes acciones litúrgicas. El lugar donde la comunidad cristiana se reúne para escuchar la Palabra de Dios, rezar y, principalmente, para celebrar los sagrados misterios, es imagen peculiar del templo espiritual edificado con piedras vivas. Pero concretamente el Altar concentra la mirada del pueblo santo reunido para participar del Sacrificio del Señor y alimentarse con el banquete celeste, signo de Cristo, piedra fundamental y cimiento espiritual.
Con este sentir de la Iglesia, esta mañana, monseñor Adolfo González Montes, ha consagrado el nuevo Altar de Lucainena de las Torres y ha dedicado la iglesia de Nuestra Señora de Montesión. Tanto el ambón como el nuevo Altar de mármol han sido donados por el sacerdote José Miguel Navarro Magaña, de la diócesis Segorbe-Castellón.
El Obispo diocesano ha crismado las doce piezas de mármol blanco, con una cruz dorada en el centro, que se han colocado para la ocasión en las pilastras que se extienden dentro del edificio sacro. Al término de la ceremonia, Ayuntamiento y parroquia ha invitado a todos los asistentes a una comida en el salón social de la Casa Consistorial de la villa.
Los ritos que se celebran en la Dedicación de una iglesia pueden resumirse en la aspersión como recuerdo del Bautismo; la unción del Altar y de los muros de la iglesia como en la Confirmación; la cremación del incienso sobre el altar y el revestimiento e iluminación de éste para celebrar finalmente la Eucaristía. Así pues, el rito sigue los pasos de los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana, reforzando el simbolismo de la iglesia como representación de la comunidad que se reúnen en ella.
Explicación del rito
1. La aspersión. En clara analogía con el Bautismo en virtud del cual somos hijos de Dios, el altar y la iglesia son rociados con agua bendita. Por eso, tras la procesión de entrada el obispo bendice agua y rocía con ella al pueblo, y asperja también el altar y los muros de la iglesia. A continuación, se da paso a la Liturgia de la Palabra, la homilía y la invocación de los santos con el canto de las letanías.
2. Oración de dedicación. Se dice también una peculiar y solemne oración de dedicación, en la que se expresa la voluntad de dedicar para siempre la iglesia al Señor y se pide su bendición. Con esta oración comienza propiamente el rito de la dedicación.
3. Unción del altar y de los muros de la iglesia. El altar, signo de Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el “Ungido”, y los muros, símbolo de los fieles como “piedras vivas” son ungidos con el santo Crisma, significando que toda la iglesia está dedicada para siempre al culto cristiano. Se hacen doce o cuatro unciones, según la tradición litúrgica, para-significar que la iglesia es imagen de la ciudad santa de Jerusalén, fundamentada en los Doce Apóstoles del Señor o en los cuatro Evangelios.
4. Cremación del incienso. Se quema incienso sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar las oraciones de los fieles que se elevan desde allí. La incensación de la nave de la iglesia significa que llega a ser casa de oración; pero se inciensa primero al pueblo de Dios, que él es el templo vivo en el que cada uno de los fieles es un altar espiritual.
5. Revestimiento e iluminación del altar. El revestimiento del altar con manteles blancos y su iluminación con cirios indica que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, celebran la Eucaristía, el memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena del Señor. Por eso el altar, como mesa del Banquete eucarístico, se viste y se adorna.