DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO, por Ramón Carlos Rodríguez García

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Mal 1, 14b-2, 2b. 8-10. Os habéis separado del camino recto y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley. Sal 130. R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor. 1 Tes 2, 7b-9. 13. Deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas. Mt 23, 1-12. Ellos dicen, pero no hacen.

La Palabra hoy se convierte en una severa advertencia contra las autoridades religiosas de todos los tiempos. Malaquías (significa “mi mensajero”) denuncia a la clase sacerdotal por su escandaloso comportamiento y la exposición de una enseñanza que “amenaza” con naufragar la alianza de Dios con los hombres. Se han apartado del camino y han abusado de la Ley para favorecer a los pudientes, despreciando a los humildes y sencillos que quedan relegados al “olvido” de la paternidad de Dios. Buscan su propia gloria en vez de la de Dios. El evangelio describe la propia experiencia de Jesús que se pronuncia con una especial dureza contra los líderes religiosos de Israel. Estos versículos sin duda reflejan el duro conflicto entre la comunidad cristiana y la sinagoga en la época del evangelista. El alcance de dicha denuncia, sobrepasa la esfera de escribas y fariseos para dirigir nuestra mirada a ciertas actitudes abusivas, que pueden estar desarrollándose en el seno de la comunidad cristiana.

Los discípulos de Jesús debemos distinguirnos por favorecer la fraternidad y vivir en un generoso talante de servicio. No podemos, ni debemos perseguir grandezas y nuestro nicho espiritual ha de ser la humildad. Frente a las cuatro perversiones espirituales que denuncia Jesús (incoherencia, doble moral, hipocresía y vana ostentación), el evangelista nos propone un escenario siempre novedoso de hermandad. Una Iglesia igualitaria en la que todos somos hermanos. Un proyecto en el que Jesucristo sea el centro de nuestra vida. Nuestro único Maestro y Señor.

La celebración eucarística puede ser el espacio privilegiado para revisar nuestra vida al hilo de las entonaciones de perdón. Encontramos en la segunda lectura una preciosa exposición del apóstol que jamás hizo valer sus derechos ni su autoridad, sino que entregó toda su persona por amor y trabajó como cualquiera para no ser favorecido en el trato, ni ser mantenido por la comunidad.  No dejemos de pedir en este domingo por la Iglesia. Llevemos al corazón del padre sus gozos y sus sombras, sus miedos y anhelos. Seamos una comunidad que ilusione al mundo.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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