DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Hab 1,2-3,2,2-4. El justo por su fe vivirá. Sal 94. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “no endurezcáis vuestro corazón”. 2 Tim 1,6-8.13-14. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor. Lc 17, 5-10. ¡si tuvierais fe!

El profeta da cauce a la angustia del pueblo, expresando en su grito la queja del silencio de Dios ante la injusticia del mundo. La sangrante situación pone a prueba su fe. Habacuc espera una respuesta que sin duda emergerá imparable cuando Dios disponga.  El injusto fracasará porque la opresión es repugnante ante los “ojos” de Dios. El justo seguirá adelante por su fe (llamada a la fidelidad a la Palabra de Dios). San Pablo recreará esta exhortación con una expresión que será central en su teología: El justo por la fe, vivirá. Hoy podemos escuchar de los labios del apóstol cómo anima desde la cárcel a su discípulo Timoteo a permanecer fiel a su vocación. No puede permitir que el don de Dios, el Espíritu Santo recibido por la imposición de las manos se apague, frustrando aquel regalo recibido para el bien de la comunidad y del mundo. La fe no es cuestión de cantidad. ¡Se tiene o no se tiene! La hermosa comparación con el grano de mostaza, la semilla más pequeña, nos recuerda que la vitalidad procede desde dentro no desde fuera. Vivir agraciados, vivir agradecidos. Gastar este don en el servicio gratuito y generoso con la alegría de saberse amado. La fe es la respuesta al clamor del profeta. Este don ha de ser cultivado y desarrollado para evitar caer en el absurdo y en la desesperanza (fértiles tentaciones de estos últimos siglos). Donde brota la fe, desaparece el miedo.

La fe es el tema fundamental en la celebración de este domingo. Nuestra fe en Jesús que ha de traducirse en nuestra total adhesión a Jesús tiene que llevarnos, como dice la segunda carta de Timoteo a no avergonzarnos de dar testimonio de nuestro Señor y a tomar parte de los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. La evangelización es tarea de toda la comunidad engendrada en el bautismo y alimentada en la Eucaristía. No podemos acobardarnos ante las dificultades de nuestra época que obstaculizan la propagación del Evangelio. Esta hermosa y urgente responsabilidad exige un valor a toda prueba. No caminamos en soledad. El Espíritu Santo que habita en nosotros nos permite acoger la Palabra de Dios, especialmente el domingo. Así podremos evitar que se endurezca el corazón y atentamente escuchar hoy la voz del Señor.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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