Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Cuando dos personas hablan, además de hablar la misma lengua, es necesario que estén en sintonía respecto al ámbito de la realidad sobre el que están hablando, porque no es lo mismo una vela para un cerero que para un marino. La disonancia de perspectiva de los ámbitos de la realidad desde los que se afrontaban cuestiones vitales esenciales, produjo que el mensaje de Jesús no fuese comprendido en su profundidad por parte de la mayoría de los miembros del pueblo de Israel y, por tanto, no se produjese el diálogo entre Jesús y sus contemporáneos que les permitiese comprender que Él era el auténtico Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo.

El fragmento del evangelio que escuchamos hoy, es un claro ejemplo de esta situación que se repitió en muchas ocasiones. Cuando aquellos fariseos se acercaron a Jesús a preguntarle sobre la licitud del divorcio, tal y como la estableció Moisés, están buscando el respaldo de Jesús a una ley que venía a legalizar un fracaso humano. «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto», les contestó Jesús. Porque frente al recurso fácil humano de abandonar los proyectos ante la primera dificultad, Jesús propone el plan original de Dios. En el ámbito del matrimonio, Dios no lo contempla como una sociedad regulada, fundamentalmente, por las leyes elaboradas por los hombres, sino como una verdadera comunidad de vida en que la complementariedad de las personas hace que la unión de los dos que la componen, de como resultado una realidad mayor que una mera suma de ambos.

El matrimonio, la unión del hombre y la mujer, bendecido por Dios, no puede ser comprendido, únicamente, como instrumento de satisfacción de determinadas expectativas creadas individualmente y a priori, porque esta comprensión lleva al fracaso del matrimonio en cuanto surge la primera dificultad o el primer enfriamiento. Frente a esta visión derrotista del matrimonio, de la cual son manifestación las leyes del divorcio, Jesús propone una imagen que se ajusta al plan original de Dios; la unión de dos para formar una única vida, en la que sin dejar de ser cada uno quien es, sí es capaz de amoldar sus ilusiones, capacidades, expectativas y manera de vivir para que en la unión con la otra persona, que ha realizado el mismo camino, puedan desarrollar un proyecto común que es mucho más enriquecedor para ambos y para la sociedad que el mero camino en solitario.

Victoriano Montoya Villegas

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