Lecturas: Hch 2, 14a. 36-41. Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta. 1 Pe 2, 20b-25. Os habéis convertido al pastor de vuestras almas. Jn 10, 1-10. Yo soy la puerta de las ovejas.
El cuarto domingo de Pascua es conocido como el domingo del buen Pastor. Todos los ciclos litúrgicos proclaman el capítulo décimo del evangelio según san Juan. La iglesia en su conjunto dedica una jornada específica de oración por las vocaciones. Suplicamos que envíe pastores según su corazón y que estén al servicio de Dios y de su Iglesia. Toda la liturgia está impregnada de alegorías con sugerentes resonancias del mundo pastoril. Nos habla del cuidado amoroso y atento de un “pastor” que guía a su pueblo para que no le falte nada. En sus llagas son sanadas nuestras heridas. Carga con nuestros pecados para salvarnos cuando nuestra vida se vuelve errática y fraudulenta (1 Pedro).
Jesús es el pastor bueno que nos regala su gracia en los sacramentos, especialmente en la eucaristía, cuya mesa abundante nos prepara en la liturgia dominical (Salmo). Jesús también se compara con una puerta. Existen puertas monumentales, verdaderas obras de arte y labradas sobre materiales nobles. Sin embargo, Jesús se presenta como la puerta de un corral, maltrecha, desvencijada y pobre, sobre todo muy pobre. Apertura a la libertad, al encuentro con los demás, a la vida en abundancia, poblada por pastos eternos. Cierre a toda opresión, maldad y corrientes de muerte. Él es el único acceso a las preciadas ovejas/pueblo por su entrega que se manifiesta en dar la vida y no dominar dando muerte. Ambas imágenes (Pastor-Puerta) vienen a significar lo mismo. Jesús es el único mediador de la salvación que Dios ofrece a su pueblo.
Frente a quienes apuestan por la depredación del ser humano y abogan por la muerte del rebaño, Jesús ha venido para darnos vida y para que la disfrutemos en plenitud. Es por todo esto que nos reunimos a su alrededor para escuchar su palabra y sentarnos a su mesa como rebaño débil, pero al mismo tiempo asamblea gozosa que aprende a paladear una victoria que no avasalla y en la que no hay derrotados, sólo comensales que disfrutan del banquete del resucitado. Si tienes un amigo sacerdote felicítalo y reza por el. ¿No lo tienes aún? …. ¿a qué estás esperando? Es también el domingo del párroco, reza por él para que sepa cuidar de quienes le han sido encomendados.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario