
Lecturas: Hch 2, 14. 22-33. No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. Sal 15. Señor, me enseñaras el sendero de la vida. 1 Pe 1, 17-21. Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un cordero sin mancha, Cristo. Lc 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.
La Palabra durante estos domingos nos ayudará a celebrar la Pascua del Señor y a situarnos en el sendero oportuno donde transitan los pies del Resucitado. Es una invitación urgente a acoger al inesperado y entrometido viajero que se une a nosotros, también en los caminos de la derrota y la desesperación. Entablar la conversación profunda y sincera con el “desconocido” da paso a un compartir siempre nuevo. En la Santa Misa también hemos de acogernos y acoger a quien es portador de la esperanza. Él nos enseña el sendero de la vida (Salmo) aunque nos empecinemos a menudo en reanudar las veredas de la muerte. San Lucas nos regala la narración más extensa de una aparición pospascual de Jesús en los evangelios. Desmenuza la escena para que nos sea sencillo comprender el alcance de la decepción de dos discípulos que abandonaron Jerusalén.
Deshechos por el escándalo de la injusta crucifixión, su entusiasmo se había marchitado. Vuelven a sus antiguas vidas, lo que conocen, lo que les reporta seguridad pero que aplasta las ansias de novedad. No podían imaginar que un entrometido se interpusiera entre ellos y su desengaño. El irreconocible y recién incorporado al grupo de los fracasados no parece tan despistado. Con palabras acertadas y lacerantes les despierta de su atolondrado letargo. Su conversación abrasa sus apáticos corazones y prende en ellos un fuego nuevo. No es difícil sentirnos reflejados en estos desertores de la alegría.
También en ocasiones, demasiadas ocasiones, rechazamos caminar para mejor arrastrarnos por los senderos del fiasco. Erráticos y esclavos, olvidamos que hemos sido bautizados con fuego. La Eucaristía es la oportunidad de sentarnos de nuevo a la siempre nueva mesa del compartir. La cena que recrea y enamora (San Juan de la Cruz). Si suplicaron al viajante que se quedara con ellos, este domingo es la Iglesia la que te invita a quedarte con Él. Disfruta de quien siempre sale a tu encuentro y te nutre con un pan que precisa ser partido y compartido con los desgraciados de la historia. Regocíjate con la experiencia del anuncio gozoso de la Pascua: “Es verdad, el Señor ha resucitado…”.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario