DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO: Descubre la séptima ánfora

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Isaías 62,1-5; Salmo 95(96): Contad las maravillas del Señor a todas las naciones; 1Cor. 12,4-11 y Evangelio de San Juan 2,1-11.

Hemos de dejarnos sorprender por una liturgia que no deja de recrearse en el misterio de Cristo. Hace sólo unos pocos días la estrella manifestaba a los magos el nacimiento del Rey del universo, esperanza de los siglos y Salvador de la humanidad. En el domingo pasado, festividad del bautismo de Jesús, la voz del Padre subrayaba la identidad del Hijo. Ante un eco atemporal se abren nuestros sentidos en este domingo nupcial a la gloria del verdadero esposo, repleto de nuevos sabores que dejan insípidas las añadas anteriores.

Y como si de un latido se tratase, una voz estremece los basamentos de rituales ya obsoletos. María convierte en espacio docente y esperanzador una escena avocada a la ruina. Mujer buena, sabe educar a la humanidad para el descubrimiento mesiánico de Cristo. No es mujer silenciosa que debe “oír, ver y callar”, sino mujer que acoge la Palabra, convirtiendo su oído en el primer templo.  Contempla la realidad que no deja de susurrar espacios de futuro, y habla con rotundidad al hijo/Hijo, convirtiéndose en mediadora de la alianza. Resuena en su corazón de madre, palabras que no dejan de revolotear en el aire enrarecido de caducas abluciones. ¡Es mi hijo amado, haced lo que Él os diga! Ella sospecha lo que otros desconocen. Siendo mujer de añejas bodas, sabe situarse en la frontera de lo radicalmente nuevo. Familiarizada con la desdicha de una humanidad que no conoce sino la amargura del vino agriado y que ha dejado de anhelar el matrimonio de la vida, María es mujer de gozo y para ello se sitúa en el límite de la existencia.

Su voz rasga el silencio. ¡No tienen libertad, están cautivos! ¡No tienen salud, están enfermos! ¡No tienen pan, están hambrientos! ¡No tienen familia, están abandonados! ¡No tienen paz, se encuentran deprimidos, enfrentados, divididos!  Su gesto nos acompaña en la travesía del segundo día de la muerte al tercero de la resurrección, del sexto día de la creación incompleta al sétimo de la plenitud.  Este primer signo de Jesús tiene que ver con la alegría, verdadera especie en extinción de nuestros días. La fiesta debe continuar, para ello, tenemos que llenar nuestras ánforas de la séptima tinaja: Jesucristo. No es   milagro para las afamadas bodegas, ni las sórdidas tabernas de los siglos, sino para tu corazón.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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