DOMINGO II DE ADVIENTO, por Manuel Pozo Oller

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Entre la infancia y el comienzo del ministerio público de Jesús existe un silencio de años cargado de significado. En manera alguna es un tiempo perdido. Así lo hace notar el evangelista cuando introduce el pasaje con la expresión «en aquellos días».  El evangelista llena de silencio teológico el espacio que media entre la infancia de Jesús y el comienzo de su misión. Este silencio es una apreciación importante para nuestra vida espiritual porque la vida oculta de la casa de Nazaret se convierte para nosotros en una referencia fundamental para afrontar la monotonía y la rutina diaria.

San Mateo sitúa la escena del evangelio del II domingo de Adviento en el desierto de Judá (3,1-12). La particularidad del desierto, como bien sabemos, consiste como la vida misma, en que reúne y mantiene juntos elementos extremos. Están unidos indisolublemente calor y frío, esterilidad y vida, inmensas zonas sin agua y fértiles oasis, arena y piedra, llanura y altas montañas. En palabras de un dicho de los tuaregs, en definitiva, «el desierto es una tierra fría con un sol ardiente».

El desierto, por tanto, con su tensión entre polos tan opuestos, es una de las más elocuentes imágenes de nuestra vida, marcada por tensiones y rupturas, cuyo escenario trascurre entre la fatiga y la monotonía diaria. El desierto, en consecuencia, es imagen y símbolo de la realidad, donde la criatura tiene que habérselas entre la tensión y la lucha entre la vida o la muerte.

En este escenario, frío y tosco, san Mateo sitúa la actividad de Juan Bautista en las riveras del Jordán. Su influencia era tan grande entre las gentes que el afamado historiador Flavio Josefo le dedica en sus obras más atención que al mismo Jesús. La figura del profeta y su estilo de vida austero recordaba a sus paisanos a Elías (2 Re 1,8) e Isaías (40,5). Su mensaje es directo y no se anda por las ramas. Proclamaba a voz en grito: «arrepentíos, porque ha llegado el Reino de los Cielos» (v 2) e invitaba vehemente al bautismo.

Deducimos del texto que san Mateo no tenía buenas relaciones con la sinagoga judía y aprovecha la predicación de Juan para recriminar a los fariseos y saduceos que se acercan a bautizarse. El Bautista no se anda por las ramas y les llama «raza de víboras» (v.7) y, al tiempo, les desenmascara su falsedad diciéndoles que más le valdría «dar frutos de verdadero arrepentimiento» (v.8).

Mateo distingue el bautismo de Juan que «bautiza con agua», propio de la religión natural, del bautismo de Jesús que bautizará «con Espíritu Santo y con fuego» (v.11) y que aventará la parva para separar la paja destinada al fuego del trigo» (v.12).

Manuel Pozo Oller

Párroco de Montserrat

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