D. Antonio celebra a Santa Clara de Asís junto a las Clarisas de la ciudad

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Cada 11 de agosto, la Iglesia Católica celebra a Santa Clara de Asís, fundadora, junto a San Francisco de Asís de la Orden de las Hermanas Pobres, conocidas posteriormente como “clarisas” en honor a ella.

Y con ese motivo, nuestro obispo D. Antonio ha realizado una visita a la comunidad contemplativa presente en nuestra diócesis. Conocidas como las “damas pobres” según San Francisco, el obispo ha podido compartir un momento de asueto dentro del convento. En la foto, se puede observar la reliquia de la Santa de Asís que posee el convento situado en la Calle Real.

Francisco y Clara: una historia de amistad

Santa Clara, cuyo nombre evoca pureza y luminosidad, nació el 16 de julio de 1194 en Asís (Italia), en el seno de una de las familias nobles de la ciudad. Desde muy pequeña se esforzó en adquirir y crecer en la virtud: acudía con asiduidad a la oración y la penitencia; solía ocuparse de las tareas más difíciles del hogar y cuidaba de los detalles más pequeños.

A los 18 años acudió a la iglesia de San Giorgio de Asís para la misa. Ese día, San Francisco hizo la prédica en torno a la Cuaresma. Clara, después de escucharlo, le pidió al santo que la ayudara a vivir también “según el modo del Evangelio”. Desde ese momento, él se convirtió en su preceptor espiritual y cultivaron una santa amistad. Clara, conforme se iba comprometiendo más con el Señor, se sentía cada día más atraída por una vida sencilla y de entrega a los pobres: ese era, precisamente, el camino que Jesús le señalaba.

La noche del Domingo de Ramos de 1212, Clara dejó su casa y se encaminó a la Porciúncula, al lado de la cual vivían los frailes menores (hoy se conserva esta pequeña capilla franciscana dentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles).

Esa misma noche, frente al Cristo de San Damián, Clara renunció para siempre a las cosas del mundo «por amor hacia el santísimo y amadísimo Niño envuelto en pañales y recostado sobre el pesebre». Se le entregó el hábito de los hermanos menores y el mismo Francisco cortó su cabello dorado. Desde ese día la santa empezó a ser parte de la Orden de los Hermanos Menores.

Para Dios nada es imposible

Uno de los episodios más conocidos de su vida sucedió el día de la Solemnidad de la Natividad de Cristo. Estando gravemente enferma, fue transportada milagrosamente desde su cama a la iglesia de San Francisco. Allí asistió a todo el oficio de los maitines y a la Misa de medianoche, además recibió la santa comunión; después, apareció de nuevo en su celda, sobre su cama.

Ciertamente Clara jamás había gozado de buena salud -se dice incluso que estuvo enferma durante 27 años, mientras vivía en el monasterio-. Debido a esto, gran parte de su vida religiosa estuvo marcada por sufrimientos e incomodidades, los que supo sobrellevar de manera heroica.

El Sumo Pontífice, Inocencio III, la visitó en el monasterio hasta en dos ocasiones, en alguno de los peores momentos de su enfermedad. En una de esas oportunidades, después de verla, el Papa exclamó: “Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita”.

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