CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, por Ramón Carlos Rodríguez García

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Dt 8, 2-3. 14b-16a. Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres. Sal 147. Glorifica al Señor, Jerusalén. 1 Cor 10, 16-17. El pan es uno; nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo. Secuencia (opcional): Lauda, Sion, Salvatorem. Jn 6, 51-58. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

Un mundo que se construye sin Dios es un mundo que se volverá contra el hombre. La reducción de todo lo que acontece al ser humano al plano meramente económico, trae como consecuencia la concepción de favorecer una vida sin Dios. Israel debe recordar el camino del desierto, camino de liberación, de prueba y abandono en un Dios que le auxilia. El pueblo debe estar atento para no caer en ninguna idolatría y para ello nada mejor que la Palabra del Dios vivo. Sólo Él da el alimento verdadero y el pleno sentido a la historia, la salvación. Todo ello emergerá como carne, cruz y verdadera vida en Jesucristo.

Así lo expresa el evangelista que incluso se atreve a enmendar la plana a todo el Antiguo Testamento, cuando presenta al Señor como el verdadero pan bajado del cielo, dejando obsoletas todas las referencias a aquel “pan sin cuerpo que tanto asqueó al pueblo de Israel”. Las referencias eucarísticas se nos presentan ineludibles. El apóstol exhibe las consecuencias inmediatas de la participación en la mesa de Cristo. Quienes comen juntos no pueden vivir aislados. Asumen la tarea de construir la unidad, superando toda división y discriminación entre sus miembros. Este vínculo sería insuficiente si descuidamos nuestra unión con Cristo que se nos da como alimento. De esta forma entramos en su intimidad y disfrutamos de su proyecto de VIDA (eterna y mundana). Dios es vida, siempre está a favor de la vida. Creer en el Hijo de Dios es creer en la vida que arranca desde aquí y no conoce limitación.

Los ídolos también pueden “alimentar” pero sus calorías son huecas, su aporte nutritivo más que deficiente, sólo traen hambrunas a quienes les sirven y sus consecuencias son angustiosas e impregnan de oscuridad hasta donde descansa su sombra. Nos hacen pasar “hambre” de alegría e ilusión. Recordamos esa otra hambre, cuyas estremecedoras cifras hieren a dos tercios de la humanidad. Este domingo aprendamos a tener verdadera hambre de Dios y de justicia para con sus hijos. Su Cuerpo no nos permite olvidarnos de todos los cuerpos maltratados por los abusos y miserias que afloran crucificados cuando ignoramos el mandato del amor.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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