
Es un hecho, diariamente en España, se llevan a cabo unas quinientas intervenciones de cirugía estética. Los médicos ya no atienden pacientes que sufren alguna afección, sino que, su perfil es el de personas perfectamente sanas que buscan un retoque para cambiar su imagen. En la llamada medicina de los deseos, la satisfacción inmediata del deseo personal se coloca por encima del cuidado integral de la salud. Se sustituye la necesidad de curar y prevenir enfermedades por los deseos o fantasías individuales.
En la medicina satisfactiva, el paciente se convierte en el cliente que busca voluntariamente la perfección física. Además, cada vez son más jóvenes quienes solicitan este tipo de cirugía o se someten a otro tipo de tratamientos que, no siendo tan invasivos, alcancen similares resultados. Los jóvenes son especialmente vulnerables a la presión social aumentada gracias a las redes sociales y sus modelos de belleza inalcanzable. La inmadurez puede llevar a decisiones precipitadas en las que no se tengan en cuenta las implicaciones de una cirugía.
Este fenómeno nos ofrece una buena oportunidad para reflexionar y recordar que la seguridad personal no puede basarse solamente en la imagen que proyectamos, sino en el valor intrínseco de cada uno, en la belleza que cada uno poseemos. Centrarnos en la belleza física nos puede conducir a la vanidad que es caldo de cultivo de la tristeza y la insatisfacción. El vanidoso no percibe al otro, porque vive de su propia imagen, se olvida de su corazón y hace todo lo posible por causar una buena impresión que contradice su verdad profunda.
Nuestro esfuerzo deberá centrarse en animar a que se cultiven virtudes como la autoestima, la gratitud y la aceptación de nuestros propios límites. Es una lucha contra la cultura de la superficialidad que consiste en exponer claramente el mensaje cristiano de que somos amados y valiosos tal y como Dios nos creó. Un mensaje que nos ayuda a entender que existe una belleza que no necesita bisturí, la belleza de una vida de entrega guiada por la autenticidad y la humildad del corazón siguiendo los pasos de Jesús.
Jesús Martín Gómez
Párroco de Vera