Carta del obispo de Córdoba, Mons. Juan José Asenjo
Llega la gran fiesta del Corpus Christi, fiesta de la Eucaristía por excelencia, prolongación de aquel jueves santo, en que Cristo tomando el pan nos dice: “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo; tomad y bebed, esta es mi sangre”. Y desde entonces hasta el día de hoy, por el ministerio del sacerdote, el pan se convierte en la carne gloriosa de Cristo y el vino en su sangre preciosa. Oh, sacramento admirable. Este sacramento es una invitación permanente a la asombrosa admiración en la adoración, es una provocación continua a comer el cuerpo de Cristo y entrar en plena comunión de amor con él, constituye un envío permanente al cumplimiento del amor fraterno, que tiene en el jueves santo su mandato con el lavatorio delos pies.
“Tocar la carne de Cristo” es frase querida al Papa Francisco, que repite cuando trata del tema de los pobres en la Iglesia y de nuestra correspondiente atención a los mismos. “No son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor”, decía a los cardenales (29.06.2018). “Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con Él y a tocar la carne sufriente de los demás”. Es una expresión que se sitúa en la más pura tradición de san Ireneo, el teólogo de la carne de Cristo. Y significa palpar la realidad del misterio de la encarnación del Señor, que ha tomado una carne real, no imaginaria, que ha muerto realmente por nosotros y que ha resucitado con su propia carne, no en otro cuerpo dado en la resurrección. Palpar la carne de Cristo en los pobres significa percibir la prolongación de Cristo en cada una de las personas que sufren en el alma o en el cuerpo. “Lo que hagáis a uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
Al llegar esta gran fiesta del Corpus, queremos comer la carne gloriosa de Cristo en la comunión eucarística y tocar esa misma carne de Cristo en los pobres, nuestros hermanos. La actividad de Cáritas es permanente a lo largo de todo el año. Cáritas es la organización de la caridad en la Iglesia. No es una ONG cualquiera, es el cauce organizado de los católicos para el ejercicio de la caridad y la atención a los pobres en nuestra sociedad. Existe en cada Iglesia diocesana y en cada parroquia. Y encuentra multitud de voluntarios que sirven en todos los aspectos necesarios, pero sobre todo acompaña a las personas que acuden a pedir ayuda.
“No me tratan como simples funcionarios, me tratan con corazón y se hacen cargo de mi situación”, me decía hace poco una persona que acudía en busca de alimentos. “Lo más importante de Cáritas es el trato, el corazón que pone en todo lo que hace”, me decía otro indigente. “Cuando ya no tengo donde recurrir, me queda Cáritas siempre”. Los pobres necesitan comer, sí; pero necesitan sobre todo que los trates con dignidad, compartiendo su situación y ofreciendo lo que tienes a la vez que recibes grandes testimonios de ellos. En una sociedad como la nuestra en que cada uno va a lo suyo, merece la pena detenerse ante las personas necesitadas, al menos en estos días de la Campaña de Cáritas.
“Somos capaces de amar sin medida”, es el lema de este año. Recuerda por un lado el amor de Cristo, que “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1), y con ese mismo amor nos manda que amemos a nuestros hermanos. Y nos recuerda al mismo tiempo los abundantes testimonios que hemos tenido cerca con ocasión de la pandemia. No se trata de un voluntarismo superior a nuestras fuerzas, a manera de héroes, que nos sitúe en una tensión insoportable ante un nivel inalcanzable. Se trata de recibir como un don de Dios la capacidad de amar, hemos sido hechos para amar, y el Espíritu Santo dado en nuestros corazones nos lleva a un amor sin medida al estilo de Cristo. Y al mismo tiempo vemos que, llegada la ocasión, la persona humana es capaz de estirarse y alargar su capacidad sin medida. Las ocasiones límite ponen a prueba nuestra capacidad y la agrandan, y no podíamos imaginar que la persona diera tanto de sí. En la virtud de la caridad no hay medida, cada uno llegue hasta donde le es dado llegar, y en el ejercicio de ese amor, él mismo se sorprenderá. “La medida del amor es amar sin medida” (San Bernardo).
Ese amor se hace palpable, tangible. Caritas tiende su mano para pedir tu colaboración económica. No hay cuestación por las calles, haz tu ingreso en la cuenta de Cáritas. Seamos generosos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad. Hoy Cáritas necesita tu ayuda más que nunca.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba