«Dies Natalis» del Beato Manuel Lozano Garrido, «Lolo»

Homilía del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo, en la parroquia de Santa María de Linares, el pasado 3 de noviembre de 2010.

Hace sólo treinta y nueve años que murió el Beato Manuel Lozano Garrido. Era un tres de noviembre de 1971. Ciego y en una silla de ruedas durante muchos años, supo ser y estar siempre alegre, sereno y libre porque se sentía en las manos de Dios. Aun pueden testificarlo sus hermanas y amigos que le conocieron y atendieron en esta ciudad de Linares. Muchos son también testigos de aquel entierro de multitudes de su “dies natalis”, nacimiento para el cielo. 

1. Bien podemos afirmar que el nombre del nuevo Beato Manuel Lozano ha estado en los labios, escritos y corazones de gran número de fieles diocesanos durante los últimos meses. 

Será  ya una fecha imborrable y un acontecimiento del que se hablará  durante años aquel solemne acto de beatificación del pasado 12 de junio aquí, en esta ciudad de Linares. Sus ecos no se apagarán, porque si fue la meta de un recorrido de años, no hemos llegado aún a la última cima. Su culto y súplicas deben incrementarse entre nosotros y extenderse lejos de aquí, para que Dios quiera rubricar su santidad con un nuevo milagro para su canonización. Que Dios así lo quiera. 

2. Manuel Lozano Garrido “Lolo” fue un santo, un auténtico apóstol en todas las circunstancias por las que discurrió su vida. Dios le fue llamando en edades y momentos concretos para ser su testigo y lo fue podando con cariño y lentamente para que diera muchos frutos y que sus frutos perduraran. 

Bien podemos atribuirle las palabras de San Pablo en su carta a los Gálatas (Gál 6, 14-18), recién proclamadas: “Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.” Seguro que participaba también al cien por cien de los sentimientos del Apóstol de las Gentes del siglo primero, este nuevo apóstol del siglo veinte: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.”Como Pablo, como Juan y Andrés, como los primeros apóstoles y una multitud que nadie podrá contar, “Lolo” se sintió llamado y elegido para ser apóstol en sus circunstancias concretas. 

En su obra “Cartas con la señal de la cruz”, reflexionaba en estos términos: “Aparentemente el dolor cambió mi destino de un modo radical. Dejé las aulas, colgué mi título, fui reducido a la soledad y al silencio. El periodista que quise ser no entró en la Escuela; el pequeño apóstol que soñara ser dejó de ir a los barrios y los enclaves oportunos, pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora delante con una plenitud que nunca pudiera ni soñar…”. 

3. Bien podemos proclamar también y dar gracias de corazón a Dios nuestro Padre con las mismas palabras de su Hijo Jesucristo: “¡Gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendido, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor!” (Mt 11, 25-30).

La expresión “Padre” fluye con mucha frecuencia en los escritos de nuestro querido y admirado Beato. Esta palabra tan bella, “abba – padre” le daba confianza. Marcaba profundamente sus reflexiones como punto de partida. Precisamente este templo de Santa María le llevaba a pensar en su Bautismo, a fijar su mirada en la fuente bautismal, como fuente de su vocación cristiana. Los otros dos pilares en que sustentaría su vida, “revelación de Dios a los sencillos de corazón”, serían la Eucaristía y su devoción mariana. Tres fuentes fecundas que riegan y alimentan su alma de apóstol en la Iglesia de Jesucristo. Escribiría con su gracia característica: “La Iglesia es la gran locomotora que administra la fuerza matriz de la redención de Cristo.” 

4. A este apóstol seglar tenemos encomendado el Plan Pastoral Diocesano para este curso, bajo el título “El laico miembro activo de la Iglesia de Jaén”. 

“Todos somos elegidos”, escribía “Lolo” en el año 1968. En mi Carta pastoral del pasado día 11 de octubre, en que invitaba a todos los fieles diocesanos a la celebración  de este su dies natalis, les decía: Manuel Lozano “fue descubriendo desde que era niño su llamada para ser apóstol seglar. La amistad y cercanía  a su Maestro Jesucristo era el manantial de donde le llegaba la energía interior, que fue creciendo hasta su muerte. La Acción Católica, junto con su familia y amigos, iban a ser también los pilares donde iría forjándose su vocación de apóstol. La enfermedad afianzaría definitivamente su alma misionera.” 

“Todos somos elegidos”, tituló “Lolo” su libro para decir a continuación en su introducción: “Y yo también”. 

Esta tarde nos diría a cada uno de nosotros “y tú también”, porque elegido es, con palabras suyas: “el que nota una llamada poderosísima y echa a andar sobre las huellas de Cristo que le invita a que le siga…” desde el taller, desde las clases, desde la oficina… en un destino radiante o en uno oscuro. Dios nos iguala a todos al final. 

5. Combatió bien su combate. Corrió hasta la meta y mantuvo la fe (cf. 2 Tim 4, 7-8). 

Bienaventurado Manuel Lozano, ruega por nosotros. 

En tus manos ponemos nuestra llamada también a ser apóstoles de Cristo y de su Evangelio. 

En tus manos y bajo tu intercesión dejamos el Plan diocesano de este curso pastoral. Suscita laicos activos, como tú, en esta nuestra Iglesia de Jaén, que es la tuya. Les necesitamos, como bien verás desde el cielo. 

Nos invitas a mirar a este sacrificio renovado del Calvario, las manos agujereadas de Cristo, con tus preciosas palabras, de alto misticismo, que nos dejaste escritas: 

“Sobre la cabecera de mi cama hay un crucifijo muy grande. Desde hace unos días vengo notando que tiene flojo uno de los clavos y al fin me he dicho ‘de hoy no pasa’. En efecto, ahora le tengo ya sobre la mesa camilla y, uno a uno, le he ido desprendiendo los tres, y ya los guardo dentro de la mano. La verdad es que nunca, Jesús, me he visto tan cerca de tu figura…”. Acércanos así, Señor, a Ti, en esta Eucaristía.

Nos invitas a mirar también a nuestra Madre, la Santísima Virgen, con t
us mismas palabras: “… con toda la entereza y la conformidad que Tú estabas humildemente al pie de la cruz… Mujer, Madre y Dolorosa de Nazaret de entonces y de ahora, acércate y haz de cada corazón un Nazaret infinito.” (Mesa redonda con Dios). 

Que esta celebración en el “dies natalis” del Beato Manuel Lozano Garrido nos lleve a su profunda reflexión, que es oración de altos quilates místicos: 

“Tenemos un Dios que pasea apaciblemente por dentro de nosotros y fabrica luceros personales. Florece sonrisas y marca dulces senderos.”

Felicidades, Beato “Lolo”, en el aniversario de tu nacimiento para el cielo.

Amén.

+ Ramón del Hoyo López

Obispo de Jaén

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