El pasado sábado, se celebró la «VII Vigilia en solidaridad con los inmigrantes empobrecidos», organizada por el Movimiento Cultural Cristiano y Camino Juvenil Solidario. Comenzó con una Eucaristía en la parroquia de San Pío X de Almería, y a continuación los participantes marcharon hacia la playa, donde se celebró un responsorio por todos los inmigrantes fallecidos en las costas almerienses, con un gesto simbólico en su memoria, depositando unas flores en el mar. La jornada continuó con una vigilia en el templo parroquial.
Esta jornada, preparada por esta organización apostólica de la Iglesia, se enmarcó en la campaña «Por la Justicia norte-sur. ¡No Matarás!», con el lema «No a un mundo de esclavos y parados ¡Solidaridad!», contando con la colaboración de diversas organizaciones como la Asociación Católica de Senegaleses, Hermanas Mercedarias de la Caridad, Misioneros de África, Casa África de Roquetas de Mar, Carmelitas Vedrunas, RR. Adoratrices.
Según los datos recientes del Vaticano, desde 1990, por lo menos 17.600 personas han muerto a lo largo de las fronteras de Europa. Especialmente trágica es la situación de aquellos inmigrantes que se desplazan desde zonas en conflictos armados, que es de extrema vulnerabilidad. Se trata de hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra, de graves violaciones de los derechos humanos y de persecuciones.
La inmigración forzosa está provocando miles de víctimas, en las fronteras y más allá de las fronteras, en los países de tránsito, en los desiertos, en las costas, en alta mar…
La Iglesia universal hace una llamada a la acogida de estos hermanos nuestros y nos recuerda que «Nadie es extranjero en la Iglesia». Cuando el cardenal Antonio María Vegliò abrió la sesión de apertura de la XX Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, dijo que: «La migración pertenece a la tradición cristiana», ya que «la difusión del Evangelio, cuando los apóstoles y sus sucesores dependían de la acogida y la hospitalidad que les ofrecían, ha hecho que la hospitalidad se convirtiera en marca de fábrica de la Iglesia». «La solidaridad», explicó a continuación «está unida a la compresión de que nosotros somos una sola familia humana, sean cuales sean nuestras diferencias nacionales, raciales, étnicas, económicas e ideológicas y dependemos los unos de los otros. La solidaridad es fruto del amor y la justicia puestos en práctica».
